En 2023, el secretario de redacción de LALT, Arthur Malcolm Dixon, tuvo el honor de formar parte del jurado del Premio Nacional del Libro por Literatura Traducida. Como juez, conoció el libro ganador: The Words That Remain del escritor brasileño Stênio Gardel, una novela ágil y conmovedora de autosuperación queer traducida del portugués por Bruna Dantas Lobato.
En febrero de 2024, Arthur conversó con Bruna por Zoom sobre esta premiada traducción y otros aspectos de su trabajo. El video completo de su charla estará disponible pronto en inglés en el nuevo blog de LALT.
Arthur Malcolm Dixon: Hoy me entusiasma poder conversar con la traductora y escritora Bruna Dantas Lobato. Ella fue quien tradujo al inglés la novela The Words That Remain, de Stênio Gardel, ganadora del Premio Nacional del Libro por Literatura Traducida en 2023. Es una gran oportunidad poder hablar con Bruna sobre este libro.
En primer lugar, quiero preguntarte cómo llegaste a la novela. ¿Cómo fue que conociste a Stênio y cómo fue que este proyecto llegó a tus manos?
Bruna Dantas Lobato: Muchas personas me contaron sobre este libro porque sabían de mi interés en la literatura del noreste. Yo crecí en el noreste de Brasil, una zona muy marginalizada del país que no está muy representada ni en Brasil ni en el exterior. Ahí hablamos de cierta forma, tenemos un acento específico, hay un dialecto y muchas influencias culturales que son únicas de la región. La población está conformada por más personas racializadas que en otras partes del país que tuvieron distintas olas de inmigración europea. Nosotros tenemos una mayor presencia indígena, una comunidad negra más grande, etc. Le tengo mucho afecto al noreste. Me encanta. Hablo portugués con ese acento. Cualquier especialista brasileño o habitante de Brasil diría “hablas como alguien de los márgenes”. Y así es, me crié ahí.
Así que he tratado de abogar por más literatura de esa región. No siempre con éxito. Me ha tocado escuchar que es “de nicho” o que “no tuvo demasiada recepción en Brasil”, pero claro que no tuvo mucha recepción en Brasil, ¿no? No es que se trate de un hombre blanco cosmopolita caminado por las calles de San Pablo. Ese no es el tipo de literatura que se escribe ahí, y está bien que así sea.
Pero a este libro sí le fue bien en Brasil. Ya había escuchado hablar mucho de él y conseguí el PDF de la agencia que representa a Stênio. Luego escribí algunos informes de lectura para distintas editoriales. También incluso llegué a leer algunas muestras de traducción de otros traductores. Algunas de ellas eran bastante interesantes, pero en general tendían a borrar el hecho de que en el libro se hablaba de una forma determinada. La prosa tiene una cualidad muy oral, está escrita en un portugués que yo crecí hablando. No se trata de la variedad nacional dominante, del portugués que se oye en la televisión.
A mí me interesaba resaltar eso y terminé recibiendo un correo de Michael Wise, el editor de la editorial New Vessel en el que mostraba interés en comprar los derechos del libro. También quería saber cómo capturaría yo ese dialecto en una versión en inglés. Así fue que hice una breve muestra de traducción y escribí un texto bastante extenso explicando mis ideas y lo que para mí era importante rescatar. Esa es la historia de cómo llegué al libro.
A.M.D.: ¿Cuáles eran algunas de esas cosas que para ti eran importantes rescatar? ¿Cómo lograste hacer énfasis en ciertos elementos de un lugar tan específico en otro idioma?
B.D.L.: Bueno, no quedó ni una sola palabra, pero quedaron todas las palabras. En principio, no quería marcar el dialecto de una forma que sonara extranjera porque sí. Para mí, lo interesante de la forma de hablar en el noreste no es necesariamente que suene distinta a la forma dominante del portugués brasileño, sino que es ocurrente y autocrítica y poética y llena de imaginería y a veces hasta de hipérbole: todo es enorme y aforístico. Eso es lo que quería resaltar. Y tiene una cualidad muy oral también. Todo tenía que sonar muy literario, muy “escrito” (porque se trata de un libro muy literario) pero también tenía que sonar hablado, como si alguien pudiera ponerse poético en casa o al teléfono mientras cuenta la historia de su vida. Ese era mi objetivo.
Había algunas imágenes que para mí también eran muy importantes de rescatar. El río era una. En el libro hay varias inundaciones, ríos y ahogamientos. Son imágenes que aparecen en un lugar que está en realidad muy marcado por la sequía, así que se trata de un contrapunto importante a cómo había sido retratada la región previamente. Para mí, el cruce del río (y también hay una cruz que marca el río, una cruz física) representa al libro mismo, que necesita seguir el torrente, fluir, llevar su propio curso. No es algo que yo le asigne al texto, es algo que aparece ya en la prosa misma. Ya viste la puntuación, el inusual fluir de la consciencia: así fue escrito el libro. Eso para mí era importante.
También era clave que un personaje como el de Suzzanný, que es hiperbólica y escandalosa, pudiera serlo a su manera. Carga con dos etiquetas bastante pesadas: una es la de ser travesti y la otra es la de ser del noreste, y encima como persona racializada. Así que tenía que ser escandalosa no como negra ni como travesti ni como noresteña: tenía que ser escandalosa como ella misma. Eso fue en verdad lo que hice con todos los personajes. No quería pensar “Bueno, se supone que tienen que ser de una cierta manera que aluda al noreste, así que voy a seguir por ahí”. Eso podría haberlos hecho sonar un poco rústicos, como si provinieran del sur estadounidense o algo así. Por el contrario, quería que se viera que le daban importancia al lenguaje.
A.M.D.: Me gustaría que nos contaras un poco sobre tu propia novela y tus otros proyectos. ¿Hasta qué punto distingues entre las prácticas de la traducción y la escritura? ¿Te parece que haces cosas similares cuando te avocas a esas tareas o las ves como disciplinas completamente separadas?
B.D.L.: Sí creo que estoy haciendo cosas similares, aunque cuando traduzco, estoy solamente escribiendo con el foco puesto en el estilo. Es un poco el sueño de todo escritor, poder ir navegando entre las palabras. Y, por supuesto, cuando se trata de mi propia escritura, tengo que prestarle atención al contenido. Por ejemplo, hay cuestiones estructurales. Tiene que fluir de cierta manera, intensificarse de cierta manera y lograr una respuesta emocional particular. Eso también me interpela cuando traduzco, pero en ese caso estoy lidiando con un material algo distinto. Cuando escribo, tengo que preguntarme “¿tal vez necesite un poco más de dramatismo de este personaje?” mientras que cuando traduzco, pienso “¿tal vez necesite cambiar un poco esta oración, o tal vez no hice un buen trabajo con las palabras de este personaje porque no estoy segura de haber logrado la misma reacción que Stênio escribió?” Son cosas que van de la mano.
Mi novela también es corta. Creo que es un poco lo que está de moda en América Latina ahora. Me gustan las novelas cortas. La mía es sobre una joven brasileña en su primer año en una universidad estadounidense y la relación que forja con su madre a partir de videollamadas. Mucho antes de Zoom, varios de nosotros ya festejábamos las fiestas en la computadora. Quería entonces usar ese espacio, la pantalla dividida como una especie de escenario. Solo ahí pueden verse los personajes, ¿qué se puede hacer con eso? Me encantó, me pareció un enfoque experimental y orientado a la forma. Fue una manera interesante para mí de explorar la soledad, la precariedad financiera, la extranjería, todo eso. Y a mí me lleva mucho el diálogo también, así que está todo eso ahí. Pero no tiene el tipo de trama que tiene el libro de Stênio. Las intenciones son completamente diferentes. No es para nada expansiva ni pretende mostrar la vida entera de un personaje desde la niñez hasta la vejez. Tiene otras ambiciones. Por más que compartamos un estilo, o al menos un interés en el estilo y la poética, y tengamos un sentido estético concreto en nuestra escritura, usamos herramientas completamente diferentes. Eso es lo divertido.
Pero la traducción es parte de mi proceso. Hay un cuento de Caio Fernando Abreu que es una llamada telefónica y me encanta. Me enseñó mucho sobre cómo sostener la trama con solo dos personajes y con una cuestión física más limitada. Una persona oye a la otra toser o aclararse la garganta o hacer un ruido y piensan “me pregunto si estará jugando con el cable del teléfono”. Varias de las historias que he traducido me han enseñado mucho. Stênio de seguro me ha enseñado mucho también, aunque traduje su libro cuando ya había terminado mi novela. Pero quizás para mi próxima novela utilice algo de su influencia también.
A.M.D.: Y hablando de Caio Fernando Abreu, nosotros publicamos en un número anterior de la revista un fragmento de tu traducción de Moldy Strawberries que salió por Archipelago Books. Fernando Abreu fue un escritor seminal de la literatura queer en Brasil y The Words That Remain es un libro clave de esa literatura. ¿Forma eso acaso una parte importante de tu práctica como traductora? ¿Por qué habría que acercar esas voces brasileñas a una audiencia angloparlante?
B.D.L.: No me propuse traducir solamente literatura queer, pero creo que mis intereses son claros. De alguna forma, esa literatura me eligió a mí. Me atrae esa perspectiva. Me atraen los libros que muestran una cara de Brasil que no es la que vemos más frecuentemente, en general porque veo al traductor como un curador. Es una gran responsabilidad elegir las facetas tan limitadas de Brasil a las que tenemos acceso en inglés, así que en general voy a por libros que muestran algo que no han tenido la posibilidad de aparecer en inglés todavía. Los libros queer son una gran parte de eso. Traducir un libro de los años 80 que es conocido por su cosmopolitismo y por tratar sobre la crisis del SIDA y demás ofrecía una oportunidad importante para el diálogo entre las literaturas estadounidense y latinoamericana. Me parece increíble que no se haya traducido más a Caio, es impresionante. Pero creo que tiene que ver con la homofobia. No solo de parte de traductores sino de un mercado en general que no le abre la puerta ni está preparado para eso. Un traductor como Gregory Rabassa, por ejemplo, trabajó con todos los autores en el círculo de Caio, pero nunca con él. Había una especie de barrera ahí, me parece.
Desde entonces trabajo con libros queer. Acabo de terminar uno. Todavía estoy pensando en el título en inglés: E se eu Fosse Puta de Amara Moira. Es la memoir de una trabajadora sexual trans. De alguna manera, terminé escribiendo, investigando y traduciendo temáticas queer e identitarias en general. También traduje The Dark Side of Skin de Jeferson Tenório, un libro sobre la raza en el sur de Brasil, que en realidad es la parte más blanca. Se trata de un hombre negro en un ambiente muy blanco y la brutalidad policial de este entorno. Todos estos relatos sobre la identidad muestran a Brasil bajo una luz que no es la más fácil de vender ni reconciliar, pero estos son los libros que me interesan por lo general. Y me siento muy feliz y privilegiada de poder trabajar con todos estos libros.
A.M.D.: Y hablando de sesgos injustos, durante mucho tiempo se nos dijo que los traductores debemos traducir a nuestra “lengua nativa”. Pero ahora nos estamos dando cuenta de que no es así: se puede traducir en varias direcciones. ¿Cuál es la importancia de reconocer el trabajo de traductores como tú, que traducen libros e idiomas de su propio lugar de origen?
B.D.L.: Me encanta hablar sobre este tema. Creo que los textos tienen varios puntos de entrada. Por ejemplo, yo no soy queer pero traduzco textos queer. Mi punto de entrada a estos textos muchas veces es que soy inmigrante. Entiendo la soledad o exclusión que sienten estos personajes. Puede que sean experiencias distintas las que me nutren, de la misma forma que un actor toma de su propia experiencia personal para un papel que exige una angustia que tal vez no ha sentido antes. Por supuesto, me parece perfecto que cualquier persona pueda traducir libros del noreste, pero probablemente yo ponga algo más en el texto que ellos no puedan. Toni Morrison, por ejemplo, escribe en Beloved sobre la experiencia afroamericana de formas que yo puedo imaginar, pero no sentir. Puede empatizar, pero no experimentar. Creo que hay mucho valor en eso.
Con respecto a mi relación con el inglés, creo que ser extranjera me hace mejor traductora. Estoy atenta al idioma de una forma diferente. Cuando se trata solo de mí y la página en blanco, cuando estoy escribiendo y no hay una audiencia en frente de mí, la relación con la lengua tiene que ver con escucharla, sentirla, es sensual, texturada, es artística. Sinceramente, ser extranjera me dio esa consideración tan atenta al lenguaje, a la sintaxis, al cambio de connotaciones y al peso de una palabra si la muevo de lugar. Todo eso.
The Words That Remain está disponible vía New Vessel Press. Y aquí podrás conseguir las demás traducciones de Bruna Dantas Lobato.
The Dark Side of Skin by Jeferson Tenório (Charco Press)
Tokio Suite by Giovana Madalosso (Europa Editions)
E se eu Fosse Puta by Amara Moira (Feminist Press, título en inglés próximamente)
No Point In Dying by Francisco Maciel (New Vessel Press)
¡Y no te pierdas la novela de Bruna, Blue Light Hours, que saldrá en octubre con Grove Atlantic!
Traducción de Denise Kripper