Premonición
No son azar los cerros mutilados
o este brazo de mar como inquietante vitral de la noche
estrangulada
es la señal de la muerte que torna las aguas oscuras
y detiene su dialéctica misión de ser siempre distinta
otra
ya nada respira en esta ciudad
ni las palmeras de la necrópolis de mármoles
ni los lechuguines inquietos del río seco
esperamos el milagro de la lluvia con la lengua partida
tememos nuestra muerte en la sequía
irónico fin para los habitantes de un puerto
Para nadar se necesita fe y unos brazos enormes
no se trata de flotar aunque se puede levitar en las aguas
la idea es ir contracorriente y sortear la fuerza desmesurada de la naturaleza
de una ciudad pantano
Una mujer avanza sobre las aguas con la precisión de un escualo
llegar al futuro
isla
remonta las cascadas y retrocede hacia el porvenir
combustiona sobre las aguas
el acto es innombrable aún
se encargará ella de escribirlo
El porvenir: las lomas mutiladas
ni un Ceibo sobrevive
espectáculo siniestro de reconstrucción de escombros
Los cerros capados crujen los esteros crecen y el agua siempre el agua dispuesta a cubrirnos
con su olvido.
La melancolía se extiende en el asfalto.
Enterramiento Prematuro
Ya les dije que a mí me quemen como a vikinga. Solo esperen a que el fuego desintegre
mi carne y las cenizas caigan en el asfalto,
incandescentes vestigios de memoria.
Yo me habré ido hace tanto. No piensen en mí.
¿Qué importa que mi piel se derrita con las llamas?
He testado mi rito funerario y no pretendo claudicar con medidas de emergencia
porque del polvo venimos y a él volveremos aunque se trate aún de un polvo enamorado
y disidente.
No quiero músicas ni ceremonias.
Solo repitan que el viaje me sea leve y vuelvan a sus casas, atranquen bien esas puertas,
no vaya a ser que por algún resquicio se cuele alguna partícula infecciosa.
Y cuando la reunión se vuelva a instaurar en sus vidas digan mi nombre completo muchas veces.
Tal vez esto despierte mi lengua que adormecida de acero intentará pronunciar los otros nombres.
Ya les dije que a mí me quemen como a vikinga. No necesito una bolsa plástica, tampoco
un féretro de cartón prensado.
Mi dignidad jamás ha tenido precio
Abandonada en esta cuarentena despótica
Un cuerpo no puede nada
Pero si no quisieran sentir el olor de mi carne combustionada deben seguir la instrucción
segunda:
Embalsamar es un arte con el que simpatizo.
Nocturno II
Camino entre las sombras de la noche; llueve escasamente,
y el viento trae los olores de la tierra mojada.
A esta hora elucubran las estrellas
¿Cuál será el fulgor que se apagará primero?
y rondan las libélulas cansadas
y caen algunas hojas secas
y la oscuridad mece la cama que me retiene
Una sola pastilla no es suficiente. Pero luego,
los dragones se encienden
abandonan un sueño milenario
combustionan sus entrañas
Iluminan esta lobreguez y despliegan sus alas.
En silencio brotan las llamas que cortan la noche
El sueño se propaga con el incendio.
Los pájaros
El guaraguao se desplaza por los cielos azules y observa
no es el único en esta danza de la carroña
se ha elevado el olor de la carne
yace ella debajo de los techos de zinc oxidados
acuna el llanto
la cal guarece
inevitable ver a la muerte
dormir con ella con el corazón menguado
y el estero arremolinado por el aguaje acompasando los olores de los cuerpos
los guaraguaos despliegan sus alas y circundan
el rito es antiguo
tres incendios
la fiebre amarilla
la gripe del murciélago
una ciudad puede morir tantas muertes
hay cadáveres que iluminan el fuego del hogar
y nos aferramos a ellos.
Abuelos
Abandonan sus sepulcros como pájaros desorientados
un aliento que es el mío los ha preparado para el éxodo
y no sabe el uno que su hijo ha muerto,
el otro piensa en la biblioteca, ahora esqueleto de la memoria