Evas
Hágase la tierra.
Le pondremos viento en el ombligo
y mar entre las piernas.
Hágase la luz y las estrellas.
En sueños celestes trasnocharé para no ser vista.
Háganse los peces, los animales, las aves.
Multiplíquense y habiten el reino de mis caderas.
Háganse las flores y los frutos
para simular la fiesta.
Hágase el hombre del barro de mi garganta
que de la saliva salga a cantar.
Hágase la mujer a mi imagen
con la divina dulzura del lenguaje.
Se cumple la profecía
y derramo la tinta por los ojos.
Escribo sin aliento
distrayéndome
en las vacas que atraviesan este puente,
en donde ya no se oyen mugidos,
sino gritos,
de una lanza clavada en la costilla
que señala con sangre
las muertes
que seguirme.
Escribo masacrándome,
mostrando,
abriendo llagas en que llorar
y golpear en tantos pechos.
Plegaria en los murmullos.
Escribo con velas en los ojos.
Ritual de la ausencia y sus sombras
Quemaré el laurel en los rincones de la casa
en que nos consumimos.
Ahora sé que no volverá el movimiento
a los olores.
Recogeré los pelos de la alfombra.
No volveré a dormir sobre las sábanas
en que nos hicimos aguas
y salivas blancas de lamernos.
Quemaré el laurel en esta casa.
Con azúcar andaré quemando
las pieles y la carne.
Quemaré el laurel en los latidos
Poemas del libro Seducción de los venenos