Alberto Salcedo Ramos es inteligente, observador y anclado en la literatura, como lo demuestra esta entrevista, que tuvo lugar en Kaufman Hall, el edificio designado para el aprendizaje de lenguas, literaturas y lingüística modernas en la Universidad de Oklahoma. La conversación comenzó de manera espontánea durante el inicio de la Conferencia Tierra Tinta donde Salcedo Ramos participó como orador principal. Las preguntas se centran en su libro El oro y la oscuridad: La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé (2005), que le valió al cronista Le Prix du Livre du Réel ( 2017), en Francia, otorgado por Les Éditions Marchialy .Cabe mencionar que el libro en cuestión sirvió de inspiración y base para el programa de televisión Kid Pambelé (2017) del Canal RCN de Colombia. Durante la entrevista, el cronista revela su agudo conocimiento de la cultura popular, habla de su metodología para escribir crónicas y nos da la oportunidad de conocerlo como hombre de letras.
Luvia Estrella Morales Rodríguez: Cuéntame sobre el género del libro El oro y la oscuridad. ¿Es una crónica con estructura de novela o es simplemente una novela de no ficción?
Alberto Salcedo Ramos: Es un reportaje que tiene aspectos de perfil biográfico y estructura de novela. Cuenta la vida de un ex boxeador, ahondando en su alma y en su psique. Ese género del perfil biográfico permite explorar la condición humana y hace que los lectores, al conocer a fondo a una persona, con todas sus luces y sombras, terminen de algún modo por conocerse mejor a sí mismos.
LEMR: ¿Qué debemos entender tus lectores cuando dices “crónica colombiana”?
ASR: Bueno, cuando escribo sobre una situación o sobre una persona de mi país, aspiro a la universalidad. No quiero que mi trabajo sea estampado con ningún gentilicio. Escribir sobre un futbolista argentino no es escribir una crónica argentina, así como producir el perfil de un músico cubano no equivale a publicar una crónica cubana. Hemingway solía decir que contar la historia de un hombre equivale a contar la historia de todos los hombres. A eso aspiro, aunque a veces escribo sobre gente de mi país y en otras ocasiones sobre habitantes de otros lugares.
LEMR: ¿Por qué el tema del boxeo aparece repetidamente en tus crónicas? ¿Tiene que ver el tema de la recaída entre los nuevos periodistas norteamericanos de los años sesenta? Estoy pensando en Gay Talese y Norman Mailer.
RAS:Estaba familiarizado con el boxeo antes de saber que existían Gay Talese y Norman Mailer. Crecí en un pueblo olvidado de la costa caribeña de Colombia donde el boxeo era una actividad que despertaba gran pasión. Cuando era niño vi los grandes combates de Muhammad Ali, Roberto Durán, Rubén Olivares y muchos otros boxeadores, así que me hice fanático del boxeo antes de convertirme en un lector. Primero fue el boxeo, y después, mucho después, llegaron esos escritores que mencionas. Para mí, el boxeo, al principio, no era un tema relacionado con la literatura, sino una pasión primitiva, salvaje. Simplemente me gustaba ver a dos tipos golpeándose entre sí. Disfruté la acción, el drama, la lucha feroz de dos fuerzas antagónicas. John Schulian, experto en boxeo, dice que los aficionados a este deporte somos un tipo particular de voyeur. Queremos ver otra forma de desnudez humana, y eso se facilita en el ring porque ahí un hombre se muestra como es. No hay vestuario ni puesta en escena. El boxeador pelea con el torso desnudo, a diferencia de otros atletas que suelen usar camisetas atractivas. Además, en los deportes colectivos se puede dividir la derrota; en el boxeo sólo el perdedor tiene que aceptar su fracaso. Empecé a hablar principalmente como el fan que era al principio, y terminé hablando como el autor que soy ahora. Ahí, en ese arco cronológico, está la síntesis de todo esto, ¿no? Al principio me interesó el boxeo porque despertaba el salvajismo que llevo dentro. Después, cuando me hice escritor, descubrí que el boxeo también es una magnífica materia prima para la literatura, porque me permite mostrar la condición humana. El boxeador pelea con el torso desnudo, a diferencia de otros atletas que suelen usar camisetas atractivas. Además, en los deportes colectivos se puede dividir la derrota; en el boxeo sólo el perdedor tiene que aceptar su fracaso. Empecé a hablar principalmente como el fan que era al principio, y terminé hablando como el autor que soy ahora. Ahí, en ese arco cronológico, está la síntesis de todo esto, ¿no? Al principio me interesó el boxeo porque despertaba el salvajismo que llevo dentro. Después, cuando me hice escritor, descubrí que el boxeo también es una magnífica materia prima para la literatura, porque me permite mostrar la condición humana. El boxeador pelea con el torso desnudo, a diferencia de otros atletas que suelen usar camisetas atractivas. Además, en los deportes colectivos se puede dividir la derrota; en el boxeo sólo el perdedor tiene que aceptar su fracaso. Empecé a hablar principalmente como el fan que era al principio, y terminé hablando como el autor que soy ahora. Ahí, en ese arco cronológico, está la síntesis de todo esto, ¿no? Al principio me interesó el boxeo porque despertaba el salvajismo que llevo dentro. Después, cuando me hice escritor, descubrí que el boxeo también es una magnífica materia prima para la literatura, porque me permite mostrar la condición humana. Empecé a hablar principalmente como el fan que era al principio, y terminé hablando como el autor que soy ahora. Ahí, en ese arco cronológico, está la síntesis de todo esto, ¿no? Al principio me interesó el boxeo porque despertaba el salvajismo que llevo dentro. Después, cuando me hice escritor, descubrí que el boxeo también es una magnífica materia prima para la literatura, porque me permite mostrar la condición humana. Empecé a hablar principalmente como el fan que era al principio, y terminé hablando como el autor que soy ahora. Ahí, en ese arco cronológico, está la síntesis de todo esto, ¿no? Al principio me interesó el boxeo porque despertaba el salvajismo que llevo dentro. Después, cuando me hice escritor, descubrí que el boxeo también es una magnífica materia prima para la literatura, porque me permite mostrar la condición humana.
LEMR: ¿Hay escritores norteamericanos que te hayan influenciado estilística o temáticamente?
RAS:En América Latina abundan los escritores pomposos. Siempre me sentiré más cerca de los narradores que evitan el artificio o que al menos se esfuerzan para que no se note. En todo caso, me reconozco como tributario de la cultura barroca a la que pertenezco. Esa cultura también ha producido maravillosos escritores, como García Márquez y Cabrera Infante. Me gusta como narran los grandes escritores de Estados Unidos. No hace mucho estaba releyendo viejas crónicas de Mark Twain, y me asombró que se sintieran tan recientes a pesar de que fueron escritas hace más de un siglo. El cronista que escribió esos textos tiene una manera de ver las cosas tan ingeniosa como original, y un lenguaje que se mantiene vivo porque está despojado del estilo pomposo de la época. Me pasa lo mismo cuando leo a Hemingway y Salinger, y a los grandes de la no ficción,
LEMR: En Antología de crónica latinoamericana actual (2012), editada por Darío Jaramillo Agudelo, y Mejor que ficción: Crónicas ejemplares (2012), editada por Jorge Carrión, aparece una exigua referencia al nuevo periodismo norteamericano. En ese tema, ¿podría profundizar en la influencia que tienen los periodistas norteamericanos sobre los cronistas latinoamericanos?
RAS:En América Latina siempre ha habido grandes narradores de no ficción. Digo que tiene que ver, en parte, con nuestra vertiginosa realidad y con nuestra naturaleza. Tenemos tendencia a dejar un testimonio inmediato sobre los hechos que nos impactan, para bien o para mal. Nuestro periodismo casi siempre ha respondido a eso. Algunos académicos nos han contado cómo en América Latina este tipo de periodismo narrativo se empezó a hacer mucho antes que en Estados Unidos. Ya en el siglo XIX José Martí decía que contar cuentos a través de los periódicos servía para “democratizar la inteligencia”. Su argumento era que los periódicos, al ser masivos, permitirían que las historias llegaran a un público más amplio, y eso podría aprovecharse para producir un tipo de relato atractivo que generara mayor interés. Se pueden encontrar grandes piezas literarias en el periodismo latinoamericano de finales del siglo XIX y principios del XX. El poeta César Vallejo, por ejemplo, escribió en 1927 una memorable crónica sobre el entierro de la bailarina Isadora Duncan. Vallejo utiliza el funeral como pretexto para dibujar un fresco de la época y realizar un penetrante retrato de la gran bailarina. Puedo citar otros casos para usted. El mexicano Manuel Gutiérrez Nájera publicó en 1880 las Memorias de un vagabundo, es decir, ya por entonces se mostraba una apertura en ciertos temas populares de la vida cotidiana que poco o nada interesaban a los estudiosos que dirigían la prensa. Esta sería luego una característica fundamental del periodismo narrativo. por ejemplo, escribió en 1927 una memorable crónica sobre el entierro de la bailarina Isadora Duncan. Vallejo utiliza el funeral como pretexto para dibujar un fresco de la época y realizar un penetrante retrato de la gran bailarina. Puedo citar otros casos para usted. El mexicano Manuel Gutiérrez Nájera publicó en 1880 las Memorias de un vagabundo, es decir, ya por entonces se mostraba una apertura en ciertos temas populares de la vida cotidiana que poco o nada interesaban a los estudiosos que dirigían la prensa. Esta sería luego una característica fundamental del periodismo narrativo. por ejemplo, escribió en 1927 una memorable crónica sobre el entierro de la bailarina Isadora Duncan. Vallejo utiliza el funeral como pretexto para dibujar un fresco de la época y realizar un penetrante retrato de la gran bailarina. Puedo citar otros casos para usted. El mexicano Manuel Gutiérrez Nájera publicó en 1880 las Memorias de un vagabundo, es decir, ya por entonces se mostraba una apertura en ciertos temas populares de la vida cotidiana que poco o nada interesaban a los estudiosos que dirigían la prensa. Esta sería luego una característica fundamental del periodismo narrativo. El mexicano Manuel Gutiérrez Nájera publicó en 1880 las Memorias de un vagabundo, es decir, ya por entonces se mostraba una apertura en ciertos temas populares de la vida cotidiana que poco o nada interesaban a los estudiosos que dirigían la prensa. Esta sería luego una característica fundamental del periodismo narrativo. El mexicano Manuel Gutiérrez Nájera publicó en 1880 las Memorias de un vagabundo, es decir, ya por entonces se mostraba una apertura en ciertos temas populares de la vida cotidiana que poco o nada interesaban a los estudiosos que dirigían la prensa. Esta sería luego una característica fundamental del periodismo narrativo.
Dicho esto, en el periodismo de Estados Unidos ha habido, en mi opinión, exponentes más vigorosos porque allí se ha combinado mejor el periodismo con la literatura. A los dos latinoamericanos que mencioné, Vallejo y Gutiérrez Nájera, les fue mucho mejor con la pluma que con el trabajo periodístico. En la escuela americana se entendió mucho, mucho antes la necesidad de una base periodística sólida en estas piezas. Que habría una investigación completa, oportuna y comprobada, y no sólo un texto bellamente escrito. Por eso me han encantado los exponentes del periodismo narrativo en Estados Unidos, desde John Hersey hasta David Remnick, pasando por Jon Lee Anderson y Gay Talese, Joseph Michell y George Plimpton, Truman Capote y Jimmy Breslin. Gracias a ellos aprendí que contamos historias para entender el mundo que nos rodea,
LEMR: En E l Oro y la oscuridad hay referencias a los modos de vida de los afrocolombianos. ¿Cómo se puede entender este estilo de vida en otros países?
ASR: Cuando cuento historias, trato ciertos conflictos sobre los seres humanos. Es cierto que esos conflictos están determinados, en parte, por el espacio geográfico al que se pertenece, pero también que existen problemas esenciales comunes a todos los hombres: el desamor, las enfermedades, las guerras, la muerte. Tolstoi solía decir: “pinta bien tu pueblo y serás universal”. Eso es lo que trato de hacer. Sea cual sea el tema, e independientemente del lugar al que pertenezcan las personas sobre las que escribo, aspiro a esa universalidad.
LEMR: ¿Por qué Pambelé es una figura importante para Colombia? ¿Qué enseña él?
ASR: Pambelé es un ser humano que fue devorado por el personaje que le tocó interpretar en su momento de fama. Esta es una historia común en el mundo del deporte. Le ha pasado a los boxeadores, a los futbolistas, a los beisbolistas. En los estadios asistimos, día tras día, a una representación del mito de Ícaro. Allí vemos cómo ciertas personas ascienden repentinamente y luego se derrumban, cuando sus alas se derriten al entrar en contacto con el sol. Cuando escribo sobre esos seres, no presto tanta atención a los resultados atléticos como a sus personalidades. El escritor Albert Camus solía decir que las cosas más importantes que aprendió sobre los seres humanos las aprendió viendo lo que pasaba en la cancha de fútbol. En el deporte, el ser humano tiende a actuar sobre la marcha, bajo presión, y eso hace que se muestre tal y como es.
LEMR: En todos tus libros apareces como un personaje. ¿Cuál es el objetivo de que tu voz aparezca, de tu aparecer?
RAS:Más que aparecer como personaje, uso ciertas escenas en algunas crónicas en las que acompaño a los protagonistas. Uno debe incluirse a sí mismo sólo cuando es inevitable. Por ejemplo, cuando a alguien le suceden determinadas experiencias que son intransferibles y que ayudan a mostrar mejor la realidad. Si cuento un accidente automovilístico al que sobreviví, lógicamente, tengo que aparecer en esa historia. Si mi personaje es un tipo que tiende a ser violento y me pega, me incluyo en el cuento, porque así lo expreso mejor. La frase más útil que conozco sobre este tema la dijo Martín Caparrós: no es lo mismo escribir en primera persona que escribir sobre la primera persona. En el primer caso simplemente adoptas un punto de vista narrativo, mientras que en el segundo hablas de ti mismo. Lo peor que puede pasar es que un cronista se incluya en una escena sin necesidad, sólo por narcisismo. Cuando Truman Capote se incluye a sí mismo en el cuento que escribió sobre Marilyn Monroe, la expresa mejor aunque pareciera que habla de sí mismo.
LEMR: ¿El testimonio literario es menos, igual o más valioso que la literatura que transfigura la realidad?
ASR: Esa es una muy buena pregunta. Raymond Carver solía decir que un gran autor es aquel que tiene una forma especial de contemplar las cosas, y además sabe dar expresión artística a sus contemplaciones. Eso se puede hacer a través de la ficción ya través de la no ficción. Si escribes una historia corta como “La breve vida feliz de Francis Macomber”, estás produciendo literatura de alta calidad, y si escribes una historia testimonial como “Hiroshima”, haces lo mismo. La calidad literaria no es patrimonio exclusivo de los escritores de ficción.
LMR: ¿Cómo te sientes? ¿Cómo te clasificas a ti mismo? ¿Eres un escritor profundo o no tanto?
ASR: Aspiraría a ser un autor que acompaña al lector, una especie de orador que cuenta historias en los paseos o al pie de las fogatas. Siempre me ha interesado cultivar un estilo que se sienta cercano, un estilo que borre un poco la figura del escritor profesional, la figura del escritor que quiere mostrar sus recursos literarios, que quiere ser visto como alguien que tiene experiencia. Vargas Llosa dice que toda literatura es artificio, pero hay que esforzarse para que no se note. No quiero que mi estilo sea una piedra con la que el lector tropiece, sino un hilo invisible. Me gusta más la idea de seducir que la de convencer.
LEMR: ¿Hay cronistas o escritores colombianos entre tus contemporáneos que se hayan enfocado en temas similares a los que tú desarrollas?
RAS:Hay temas recurrentes en los autores colombianos, como el conflicto armado. Ciertos problemas urbanos relacionados con la violencia también son comunes. En todo caso, los intereses temáticos vienen determinados en gran parte por la región a la que pertenecemos. Desde que nací en la costa caribeña siempre me he sentido más cerca de Eros que de Thanatos. Desde un principio tuve predilección por los temas de la cultura popular, ya que crecí en un lugar donde se escuchaban tambores y cuentos orales. En ese momento la gente moría de muerte natural. La primera vez que vi un muerto pregunté qué había pasado, y alguien me explicó que murió un tipo llamado Hugo y no entendí lo que eso significaba. Entonces mi madre me explicó que morir es como dormir y no despertar. De niño, solía pensar que todos los seres humanos morían de viejos en la cama. Después descubrí que había otras formas de morir que eran violentas. Vi gente morir a balazos, destrozada por las bombas, y ese tema acabó entrando también en mi escritura. Quizás, aunque seamos tan fiesteros, el tema más recurrente entre los escritores colombianos es la muerte.
LEMR: ¿Alguna vez ha sentido miedo de escribir sobre temas peligrosos como los movimientos armados o el narcotráfico?
ASR: No, no. He sido capaz de contar las historias que he querido contar.
LEMR: El libro El oro y la oscuridad fue recientemente galardonado con Le Prix du Livre du Réel 2017 en Francia, y ahora se transmite en Colombia como una serie de televisión basada en el mismo libro. ¿Cómo sirve este libro como guía para otros cronistas o para aquellas personas que están pensando en escribir crónicas?
ASR: Yo nunca me he propuesto eso, te lo digo de corazón. Nunca escribo bajo la presión de pensar que mis escritos pueden ser útiles para las personas que quieren aprender. Solo aspiro a que la gente me lea. Siempre tengo a la vista una sabia frase de Aidan Chambers: “escribimos para leernos a nosotros mismos”. Soy el primer lector de lo que escribo y quizás sea el único lector que tengo, así que necesito ser sincero conmigo mismo antes de pensar en cómo seré leído por los demás. Los que se preocupan demasiado por el público piensan más como políticos que como escritores.
LEMR: De tus libros, ¿cuál te ha dado más satisfacción? ¿Por qué?
ASR: Hasta ahora, mi libro más conocido es La eterna parranda , es un libro que se ha vendido mucho. Esa parte comercial ha sido afortunada. Es un libro que cuenta historias muy variadas sobre la Colombia de los últimos veinte años. Esas historias han tenido bastante circulación en el mundo de la no ficción, se han conocido, se podría decir. Le tengo mucho cariño a El oro y la oscuridad,el libro en el que cuento la vida del boxeador Kid Pambelé. Ese libro fue una apuesta más exigente desde el principio. Tenía que contar en profundidad la historia de un ser humano que, al principio, a nadie le interesaba excepto a mí, porque si me dices que vas a contar la vida de Michael Jackson, una estrella de la música contemporánea, hay Va a haber mucha gente interesada, pero un boxeador que había sido noticia hace cuarenta años implicaba caminar sobre hielo delgado.
LEMR: ¿Qué representan los premios que has ganado?
ASR: Uno no es más porque haya ganado premios, ni es menos porque no los haya ganado. El premio mayor a mis cincuenta y cuatro años, ¿sabes cuál es? Cuando llega el momento de viajar a la selva oa la montaña para hacer un reportaje, creo que soy afortunado porque hago algo con lo que soñaba cuando era niño. Mi principal premio es sentir hoy la misma ilusión que cuando tenía veinte años y estaba desempeñando mi primer trabajo.
LEMR : Por último dime, ¿crees que en el futuro vas a escribir usando otro género?
ASR: ¡Quién sabe! Me gustaría intentarlo pero no sé si tengo talento para eso. Siempre digo que me hubiera gustado ser una gran cocinera, pero no lo soy porque no tengo talento, y además me gusta demasiado la buena comida. El yo que cocina nunca podría satisfacer el paladar del yo que come. Quizá me pase lo mismo con la ficción. Un reportero respetable vale más que un novelista mediocre.
LEMR: Alberto, gracias por venir a la Universidad de Oklahoma, nos has honrado con tu presencia. Muchas gracias.
ASR: Gracias a todos.
(Esta entrevista se realizó el 18 de octubre de 2017 y fue revisada el 27 de febrero de 2018).
Traducido por Christina Miller