Ojo de agua de Verónica Zondek

El primer libro de Verónica Zondek que leí fue El hueso de la memoria, cuyo título me hacía recordar el verso de Hahn “El hueso es un héroe de la resistencia”, de Apariciones profanas. El hueso de la memoria no aparece en Ojo de agua por un criterio de selección de Vicente Undurraga, quien afirma que la autora concibe sus libros “como poemas largos, como entramados de partes interrelacionadas, suponiendo su desmembramiento una especial merma”. Los libros de Verónica como largas extensiones de territorio entre una estación y otra de un tren. Vuelvo a este libro editado en Argentina el 88. Y como muchos textos que publicó en los ochenta y noventa, en él las palabras juegan a obliterar su referencialidad, transformar la experiencia en aquello que rehúye lo dicho. El poema mismo como una instalación a merced de quien pueda alterar los materiales visibles. Eso intentaré ahora y en un rato más: intervenir la materialidad de este lenguaje que, como muchas poéticas de su tiempo, me parece hecho de elementos vitales, de seres humanos, de espacios abiertos, de memoria. Se me permitirá entonces el desatino de comenzar hablando de un libro que no está en Ojo de agua y que sin embargo es importante para entender esta antología.