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BOOK REVIEWS
Número 15
Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre de Rodrigo Rey Rosa
Por William Clary

En la portada de la nueva novela Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre del escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, se aprecia una sección de un antiguo y extraordinario mural maya que recientemente fue descubierto en el sitio de Chilonché, en el departamento del Petén en el noreste del país. A pesar de su riqueza cromática y de sus detalles, la escena ceremonial de un grupo de figuras que el mural retrata no aporta mayor información sobre el significado de la escena y su importancia ritualista dentro de la cosmovisión maya de la época clásica tardía. Mientras la nueva novela de Rey Rosa sigue la tendencia del escritor de indagar la problemática contemporánea de su país, esta nueva obra, ambientada en Guatemala, también enfoca aspectos recónditos de su cultura y la falta de entendimiento cultural entre el pueblo maya contemporáneo y los ladinos (mestizos) que han mantenido el poder en la república centroamericana por siglos.  En su novela se examinan las etapas densas de sincretismo que han venido definiendo las afiliaciones religiosas en Guatemala desde los inicios del proyecto colonizador en el siglo dieciséis. Al enlazar características de la novela detectivesca con reflexiones sobre la situación precaria de Guatemala en la actualidad, la novela indaga y evoca la complejidad y los conflictos asociados con el legado de colonialismo religioso que aún persiste entre católicos y evangélicos, quienes coexisten con grupos indígenas que a su vez se han apropiado de sus prácticas y visiones del cristianismo.

Ficción
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  • August, 2020

Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre. Rodrigo Rey Rosa. Barcelona: Alfaguara. 2020. 145 páginas.

Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre de Rodrigo Rey Rosa

En la portada de la nueva novela Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre del escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, se aprecia una sección de un antiguo y extraordinario mural maya que recientemente fue descubierto en el sitio de Chilonché, en el departamento del Petén en el noreste del país. A pesar de su riqueza cromática y de sus detalles, la escena ceremonial de un grupo de figuras que el mural retrata no aporta mayor información sobre el significado de la escena y su importancia ritualista dentro de la cosmovisión maya de la época clásica tardía. Mientras la nueva novela de Rey Rosa sigue la tendencia del escritor de indagar la problemática contemporánea de su país, esta nueva obra, ambientada en Guatemala, también enfoca aspectos recónditos de su cultura y la falta de entendimiento cultural entre el pueblo maya contemporáneo y los ladinos (mestizos) que han mantenido el poder en la república centroamericana por siglos.  En su novela se examinan las etapas densas de sincretismo que han venido definiendo las afiliaciones religiosas en Guatemala desde los inicios del proyecto colonizador en el siglo dieciséis. Al enlazar características de la novela detectivesca con reflexiones sobre la situación precaria de Guatemala en la actualidad, la novela indaga y evoca la complejidad y los conflictos asociados con el legado de colonialismo religioso que aún persiste entre católicos y evangélicos, quienes coexisten con grupos indígenas que a su vez se han apropiado de sus prácticas y visiones del cristianismo.

El prólogo de la novela aparece en forma de una carta dirigida al Papa Francisco, por parte de Román Rovirosa, Doctor en Religiones Comparadas. En la carta se aborda una serie de injusticias perpetradas por la diócesis de Sololá en contra de los residentes de Santa Cruz Canjá en el altiplano del país. En resumen, la diócesis ha pretendido usurpar la autonomía histórica de las cofradías al expoliar sus tierras ancestrales y una capilla construida por ellos. En su respuesta, Rovirosa elabora una defensa de los derechos de los cofrades ante los abusos de la diócesis. La carta, escrita en estilo formal epistolario, solicita que el papado interceda para resolver las disputas territoriales y otras injusticias contra los habitantes de Canjá, cometidas por un nuevo cura que cuestiona sus prácticas tradicionales. Además, la carta de Rovirosa sirve para esbozar y detallar los abusos históricos y sistémicos impuestos a los indígenas desde hace siglos, pormenorizando también la autonomía cultural que las cofradías mayas han sabido conservar en su larga resistencia a la hegemonía eclesiástica en sus tierras ancestrales.

Como texto liminal, la carta de Rovirosa representa la conclusión de su investigación acerca de los supuestos abusos de la diócesis en contra de las cofradías. El resto de la novela relata los detalles de su investigación rastreando la opresión histórica que ha sufrido el pueblo maya de Guatemala. En parte, su búsqueda para alcanzar una mayor comprensión avanza gracias a conversaciones que tiene con dos interlocutores: Don Melchor, indígena de Canjá y su hijo Julio. A través de los diálogos y contacto entre los tres, Rovirosa descubre la profunda brecha ontológica que escinde al pueblo maya de su contraparte, la población mestiza/ladina en Guatemala.

De una manera parecida a otras novelas de Rey Rosa ambientadas en la ciudad de Guatemala; El país de Toó (2018), Piedras encantadas (2001) y El material humano (2009), Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre evoca una atmósfera parecida e impregnada de paranoia ubicua, endémica y permanente en Guatemala, resultado del clima político corrupto y la rigidez de sus jerarquías étnicas. En su conjunto producen un presentimiento de aprensión en Rovirosa y un ambiente tenso que prevalece a través de la novela. Esta inquietud subyacente, emblemática de la década de conflicto que arrasa la ciudad de Guatemala en los ochenta, está vinculada al papel investigador de Rovirosa y la pesquisa que emprende conforme va investigando los detalles de los reclamos de los maya de Canjá. Hasta cierto punto, el objetivo de desentrañar las injusticias cometidas contra los cofrades resulta ser exitoso: facilita sus contactos con los sectores del pueblo maya que viven apartados de los mestizos, a la vez que engendra un escepticismo creciente respecto de las estructuras políticas del país y una toma de conciencia en cuanto a los abusos masivos de derechos humanos contra el pueblo maya en la década de los ochenta. Sin embargo, su travesía intercultural, parecida a la de un iconógrafo que se empeña en descifrar el mural maya antiguo, deja sin esclarecer muchas preguntas.

En la medida que se desarrolla la trama y la investigación se profundiza, se destapa el andamiaje de corrupción en la jerarquía de las dióceses en el altiplano. Asimismo, el compromiso de Rovirosa de ayudar a los mayas de Canjá se cristaliza por medio del diálogo y su propia reflexión sobre las realidades culturales e históricas de su país. En parte, esta perspectiva se debe a su nueva y más aguda capacidad de percibir las historias grabadas en los paisajes de Guatemala en distintos contextos: el Montículo de la Serpiente subyacente al acueducto en la ciudad y una rosa labrada en piedra en un sitio maya de ritos que conoce con Don Melchor en una excursión cerca del Río Pixcayá. Estas experiencias, junto con sus conversaciones con Don Melchor, un maya Kakchiquel de Canjá, influyen en su postura y las interioriza. Con el avance del tiempo, iluminan su conciencia acerca de la legitimidad de reclamos de los de Canjá y la marcada distancia cultural entre la experiencia indígena y la de su propia vida. De ahí que se fortalezca la alianza entre Rovirosa y Melchor después de la excursión mística, lo cual propicia una recapacitación más profunda sobre el poder de los adversarios históricos del pueblo maya: la Iglesia Católica, un sistema político asfixiante y una exclusión cultural que afianza su estado de marginalización.

Por último, Rovirosa, al oír los consejos de un abogado, concluye que la única manera concebible de apoyar a la causa de los cofrades es por medio de donaciones. No sorprende que Rovirosa, quien carece de los fondos y que se ha insertado en el conflicto al azar, pretenda cumplir con su compromiso a los cofrades recurriendo a la suerte o a lo aleatorio en su decisión de visitar el casino The Equalizer en la ciudad de Guatemala. En consecuencia, conforme se van acumulando las ganancias, se acentúa la paranoia de Rovirosa y por ello se apresura a dejar los fondos necesarios a los que esperan su colaboración en Canjá. Y, como es de esperar, las fuerzas aleatorias se presentan en la forma de un accidente y un embotellamiento que lo desvían, ocasionando un atraco de pandilleros que acaba, a fin de cuentas, con su misión. Pero más allá del compromiso de Rovirosa subyace una pregunta más profunda y enigmática: ¿Cuál es la lógica de que un ateo académico desempeñe el papel de árbitro e intermediario en esta polémica?

Los temas que se recalcan y prevalecen en las novelas más recientes de Rey Rosa han girado en torno a la necesidad de una reconciliación étnica y un mejor grado de conciencia entre la clase dirigente y mestiza en Guatemala para que el país logre un estado de equilibrio político y cultural. Mientras el tema de la autonomía territorial es primordial en El país de Toó, en Carta de un ateo guatemalteco al Santo Padre se remarca la importancia histórica de la agencia maya que radica en sus cofradías y los espacios autónomos dirigidos por ellos. En ambas novelas se subraya la importancia fundamental de un apoyo mestizo/ladino en la posibilidad de lograr cambios auténticos. Al dar a conocer las vertientes oscuras de la sociedad centroamericana, Carta de un ateo al Santo Padre logra revelar lo difícil o hasta ilusoria que puede resultar esta meta, hasta el extremo de que pueda verse amenazado su alcance por la vorágine omnipresente de violencia pandillera que se enquista en los sectores marginales de la sociedad. En fin, esta amenaza, persistente y casual en el fondo, puede acabar con los esfuerzos e impulsos más humanitarios.

William Clary
University of the Ozarks

Traducción de William Clary

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