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Número 33
Poesía

Último y no definitivo regreso al Edén

  • por Sonia Manzano Vela
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  • March, 2025

Si todo está escrito bajo el sol
me trepo sobre el sol
y escribo

Escribo cartas todos los días
cartas primorosamente trazadas
cartas que dos siglos después de ahora
serán rematadas a martillazo limpio

Escribo cartas dirigidas a mí
que religiosamente contesto
cartas que surfearán las olas
y escalarán montañas
portando entre sus alas
el postizo mensaje de mis dientes

   No suelo violar la correspondencia ajena
   lo único que hasta aquí he violado
   es la tumba de un faraón
   de ínfima categoría

Escribo cartas que encabezo
con un nombre decapitado
y a las que doy términos
con una firma lánguida
similar a esa media de seda
que cuelga desangrada
del borde desbordado de una tina 

   Devuélveme a vuelta de correo
   el sello postal que ahora te envío
   sello que recogí con pinzas
   de mi colección filatélica
   sello que remojé en mi lengua
   para después fijarlo
   sobre este sobre lila
   que explotará en tus dedos

Tengo fama de hacer todo lo que me gusta
escribo cartas porque me gustan
y porque es lo que mejor hago
He roto voluntades de acero
con tan sólo decir
Ciudadano Kane:
deseo que un tranvía llamado deseo
traiga en alguno de sus asientos
a aquel que ya nunca bailará conmigo
su último tango

Deseo que un tranvía llamado deseo
haga virtual papilla
mi capacidad de desear
al prójimo de la mujer que me ama a mí
por sobre todas las cosas
porque ella es el verdugo
que exhibe mi cabeza entre sus hombros
ella es el recipiente que recibe
la mitad reciclada de todos mis desechos
ella es ésta que ahora
quema sahumerios a la entrada del templo
y saca a latigazos
al mercader que vende
indulgencias papales
con el veinte por ciento de descuento

Tengo credenciales que me acreditan
como una mujer ilustrada
mi versación mayor se centra
en el llamado Siglo de las Luces
aunque daría lo que sí tengo
para lavar completamente a oscuras
las moteaduras de la fiera en la que me convierto
cuando rondo por aldeas
en las que la desnudez es un animal verde
al que hay que comérselo desnudo

De las cuencas vacías de mi calavera
entran y salen cabezas de ganado
herradas al rojo vivo
con las siglas humeantes de tu nombre

Pasé demasiado cerca del sol
toda la mentira que había pegado con cera
se desprendió de mis costados
y caí dando gritos circulares
al profundo hoyo en el que guardo
el obituario de todas mis caídas

Soy una expulsada del paraíso
por eso parto con dolor
a poblar la Tierra

Mis caderas se abren
cruje el costillar de mi barcaza
y doy a luz una luz
demasiado aciaga para ser verdadera 

Soy una expulsada del paraíso
todavía mordisqueo el pómulo de la fruta
que causó este pandemonio
Todavía me estremezco
al recordar la punta de la espada
forzando las mandíbulas trabadas de mi miedo
Soy una poeta en extinción
y sin embargo me persiguen
para arrancarme los colmillos

   Destinaré mi última gota de marfil
   para defender a rajatabla
   mi derecho a barritar sobre tus huesos

Después de serrucharme las aletas
me echaron al océano
después de apalearme con los remos
me arrancaron la piel
y me convirtieron en abrigo de pasarela

   Para que no hieda mi mar muerto
   lo cubro con un piadoso manto de petróleo

Pasaron las grullas
por las agujas derruidas
de mi soberbia gótica
Pasaron los años
y no emigré con ellos
me quedé en el sombrero
de una estatua ecuestre
hasta que el invierno me incrustó
de oreja a oreja
la dulce golondrina de su sexo

Soy una expulsada de todos los sitios
en los que se exige traje formal
para acceder al deleite
de saborear mariscos de caparazón rosado
generosamente rociados con vinos
orinecidos por el tiempo

Me poso suavemente
en la dura testuz del toro
el toro se estremece
lanza un mugido largo
como el silbato del tren
que cruza de una muerte a otra de mis sienes 

El toro se posa en mi cabeza
bate las alas que yo le doy en préstamo
y en vez de emprender viaje hacia el olvido
sumerge su testuz entre mis alas
y extrae un lunar rojo de mis senos 

Duermo introduciendo el pico
en la húmeda pelambre de mi axila
duermo mientras mi fiebre empolla
huevos de águilas calvas
y testes de pájaros pelones

Duermo porque mi piedad no le sirve a nadie
porque es incapaz -entre otras cosas-
de desviar unos milímetros la flecha
que va directo al ojo
del niño que llora cáncer puro

Duermo boca arriba
con el ombligo bien abierto
cuando lo venza el sueño
el fantasma que cuelga de la lámpara
me va a caer encima
para babear lascivo
las uvas de mis iras descompuestas 

Por primera vez siento vergüenza
de caminar desnuda por las calles
por primera vez
cierro los ojos para no ver
como cae la adúltera
vencida finalmente por las piedras
por primera vez
cubro mi vientre con mieles vegetales
y me siento a observar
cómo bajan por mis muslos las hormigas
llevando miel pelviana entre sus dientes

Duermo como las garzas
concentrando el peso de mis sueños
en una sola de mis largas piernas
Duermo mientras un ejército de hormigas verdes
rompe a culatazos
endebles puertas de ciudades perdidas en la niebla

Duermo mientras la crueldad del invasor
saca de casa en casa
a hombres con los brazos en alto
para después colocarlos de cara a la pared
en la que por siglos chorreará
la música viscosa de sus sesos

Duermo boca abajo
mientras lejos de aquí tiembla la tierra
mientras dinosaurios de concreto
aplastan cuerpos de todas las edades
contra el sucio pubis crespo de la muerte
mientras los perros
siguen olfateando los escombros
y siguen lanzando sus aullidos al sordo cielo

Sé lo que pasó con Baby Jane
y conozco a la persona
que le teme a Virginia Woolf

Sé de dónde son los cantantes
y sé que todo lo sé
aunque esa omnisciencia
me ha hecho terriblemente desgraciada

Después de que fuera expulsada
fui a vivir al este del paraíso
Llevé conmigo unas pocas pertenencias
dos pares de zapatos altos
un vestido de fiestas
y un collar de ostras pestilentes
desprovistas de perlas 

Alquilé un cuarto vacío
en una pensión que quedaba
                             todavía queda
bastante cerca de las olas 

Ahí me senté en el filo de la cama
y esperé por horas de horas
hasta que alguien se acercó a decirme
que la cena estaba servida
y que sólo faltaba mi traición
para que los comensales
mojaran su pan envilecido
en el sudor agónico del viento

Bajé al comedor y no había nadie
apenas estaba yo
sentada frente a una mujer arábiga
cubierta hasta los ojos
por esa bruma abyecta
que cubre a quienes en realidad no existen
Comí a solas
tras de mí había un espejo
que exudaba imágenes
de vidas que jamás acontecieron

Ahí esperé por horas de horas
hasta que alguien se acercó a decirme
que el café sería servido
en un salón contiguo a mi desidia

A los tres días abandoné la pensión
y comencé mi larga erranza
a través de todos los desiertos
Todo el tiempo estuvo el paraíso
sobre una soterrada falla geológica
por eso se fue descascarando
su cascarón azulino
hasta que desde él finalmente brotó
el ángel desplumado del destierro

Me escapo por las mangas
de una camisa de fuerza
Mi hambre de anaconda
se anilla en la tristeza de un centauro
y después de engullir un torso de hombre
solloza entre los flancos de un caballo

Regreso a Edén
llego hasta la misma puerta de los leones
portando al hombro un saco
de vísceras jugosas

Arrojo a las fieras sus bocados
y queda expedito
el paso hacia el regreso

No encuentro ningún vestigio
de civilización antigua
no encuentro ruinas sobre las cuales fundar
alguna otra ciudad que no me expulse
que no me arroje desde sus torres ojivales
hasta el agua infestada de recuerdos

No encuentro ni un solo plato sucio
ni un bocado a medio consumir
ni un delantal manchado
con estertores de faisanes y gallinas 

No encuentro ni el más leve aroma
a soledad inmunda
ni el más ligero hedor a rata bubónica
encuentro eso sí un trozo de queso
incrustado en el rencor que ahora me salva
Con veinte libras menos
y la cara estirada por el bisturí
regreso a Edén
Pero otra vez los ángeles histéricos
me echan a empellones 

Ahora debo irme
debo averiguar
por qué hay tantas tortugas muertas en la playa

Dejo la huella de mis manos
sobre el cemento fresco de esta angustia
Tengo mi propia estrella
Mañana pasaré por esta calle
para escupir
sobre las cinco puntas de mi nombre

En la jaula de los tigres dientes de sable
yace traspasada
mi exótica ave del paraíso

 

Foto: Pierre Gui, Unsplash.
  • Sonia Manzano Vela

Sonia Manzano Vela is an Ecuadorian poet, novelist, short story writer, and pianist. She was born in Guayaquil on February 27, 1947. Her poetry collection Carcoma con forma de paloma (1986) achieved commercial success. Her short story collection Flujo escarlata (1999) won the Joaquín Gallegos Lara National Fiction Prize. Her first novel, Y no abras la ventana todavía (1993) won the first prize in the “Biennial Ecuadorian Novel” contest. Her last novel, Solo de vino a piano lento (2013), was acclaimed by literary critic Antonio Sacoto as the best novel written by an Ecuadorian woman so far in the twenty-first century. (Biography: ecuadorianliterature.com) 

  • Alexis Levitin
alexislevitin1

Alexis Levitin has published forty-five books in translation, mostly poetry from Portugal, Brazil, and Ecuador.  In addition to three books by Salgado Maranhão, his work includes Clarice Lispector’s Soulstorm and Eugénio de Andrade’s Forbidden Words, both from New Directions. He has served as a Fulbright Lecturer at the Universities of Oporto and Coimbra, Portugal, The Catholic University in Guayaquil, Ecuador, and the Federal University of Santa Catarina, in Brazil and has held translation residencies at Banff, Canada, Straelen, Germany (twice), and the Rockefeller Foundation Study Center in Bellagio, Italy.

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