Nota del editor: En esta sección compartimos textos publicados originalmente por nuestra casa matriz, World Literature Today (WLT), ahora en edición bilingüe. El presente texto fue publicado originalmente en World Literature Today Vol. 97, Nro. 2 en marzo de 2023.
Con este número, nos complace iniciar una nueva colaboración con la Residencia de Traducción Literaria, a cargo de la profesora Daniela Bentancur, del Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández” de Buenos Aires, Argentina. Este texto fue traducido del inglés al español por María Victoria D’Ercole, graduada de la residencia.
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Guadalupe Nettel, Samanta Schweblin, Mónica Ojeda y otras escritoras latinoamericanas abordan temas que interpelan, en particular, a un público femenino y joven —la autonomía corporal, la redefinición del género, la intervención de Internet en la identidad y los roces con lo existencial— de maneras similares: adoptan las convenciones de los géneros literarios del terror y del true crime y las tuercen con fines literarios.
A lo largo de la última década, aproximadamente, una nueva camada de escritoras latinoamericanas emergió en la literatura traducida al inglés. A pesar de que cada escritora logra distinguirse por mérito propio, esta camada comparte suficientes temas, abordajes y estilos como para llamarla una “escuela” o, incluso, un “movimiento”. Tienen en común la violencia misógina que invade la vida de las mujeres latinoamericanas; la autonomía corporal, especialmente en relación con el acceso al aborto; la constante definición y redefinición del género; la cultura de Internet y cómo interviene en la identidad y la condición de persona, y los roces con lo existencial. Estas escritoras responden a estos temas de maneras similares; la más notable, adoptar las convenciones de los géneros literarios del terror y del true crime [crímenes reales] y torcerlas con fines literarios. Su literatura interpela particularmente a un público femenino y joven, y estas autoras parecen estar sintiendo con una mano colectiva el pulso de sus lectoras.
No puedo decir que tengo una lista exhaustiva de las escritoras de este grupo; sin embargo, puedo nombrar a aquellas que, para mí, se destacan en este momento, entre las autoras traducidas al inglés. Sin seguir un orden específico, la lista incluye a Guadalupe Nettel, Samanta Schweblin, Mónica Ojeda, Fernanda Melchor, Liliana Colanzi, Cristina Rivera Garza, Valeria Luiselli, Nona Fernández y Lina Meruane. Sin duda, hay más escritoras trabajando en español en la actualidad, al igual que hay otras emergiendo en la literatura traducida al inglés.
Un buen ejemplo de la novela prototípica de este grupo de escritoras es Mandíbula, la novela de la ecuatoriana Mónica Ojeda que se publicó en 2018 en español y en 2022 en inglés, con el título de Jawbone en la traducción de Sarah Booker. Cuenta la historia de una profesora de una escuela de élite para chicas de clase alta que se vuelve loca, secuestra a una de sus estudiantes y la somete a experiencias de terror corporal. En un plano, el libro capta muchas de las preocupaciones principales de las escritoras latinoamericanas como Ojeda (la autonomía corporal, la socialización de las chicas dentro de la sociedad latinoamericana, los terrores mentales y físicos perpetrados contra las mujeres del continente), mas, en otros planos, también comunica aspectos que no son exclusivos del contexto latinoamericano, ya que el libro habla idiomas comprensibles para mujeres jóvenes de todo el mundo desarrollado. Específicamente, Ojeda habla el idioma de los podcast de crímenes reales, las series que se transmiten en plataformas de streaming, las creepypastas y el mundo de la terapia. Con respecto a algunas de sus influencias literarias, Ojeda me dijo: “Tengo debilidad por los documentales de crímenes reales. No me gusta que me gusten, porque me hacen muy mal, pero sigo volviendo a ellos. Y las creepypastas, por supuesto. No todas, pero muchas son muy pero muy poderosas”.
Uno de los aspectos más impactantes de Mandíbula es que se lee como una especie de podcast de crímenes reales o una creepypasta: ¿conoces la de la profesora que se volvió loca y torturó a su propia estudiante? Dialoga con los medios con los que las mujeres jóvenes del mundo se sienten interpeladas, lo cual le otorga una aceptación que trasciende su contexto ecuatoriano. Si bien Mandíbula parece algo pasajero, también conecta con aspectos muy arraigados en la tradición latinoamericana. Por ejemplo, el libro incluye capítulos que se leen como si fueran transcripciones de una sesión de terapia de uno de los personajes principales: los personajes están indicados con sus nombres pero las preguntas del doctor no están incluidas en la transcripción. Este estilo remite a la poderosa escritura psicoanalítica que fue un aspecto central de la literatura latinoamericana del siglo veinte, que evoca a Manuel Puig en particular. Además, la mención de que la controvertida organización católica Opus Dei está involucrada en el colegio entreteje un aspecto político, que mantiene a la novela fiel a la tendencia de los autores latinoamericanos a dejar que la política inunde su narrativa de maneras inesperadas y sutiles. También evoca a escritores latinoamericanos canónicos como Roberto Bolaño, quien sacó a colación los escándalos de abuso sexual, la misoginia y los supuestos lazos del Opus Dei con dictaduras de derecha.
La obra de la escritora mexicana Guadalupe Nettel abarca temas que se superponen con los de Ojeda (infancia femenina, psicoanálisis, el dilema de estar en un cuerpo) con su propia puntada del terror y lo gótico. Por ejemplo, su novela publicada en 2011, El cuerpo en que nací, traducida al inglés en 2015 por J. T. Lichtenstein con el título de The Body Where I Was Born, adopta la forma de una mujer que le cuenta a un terapeuta sobre su traumatizante infancia (ver WLT, enero 2016, 65). “Quizás en eso radique la verdadera conservación de la especie, en perpetuar hasta la última generación de humanos las neurosis de nuestros antepasados, las heridas que nos vamos heredando como una segunda carga genética”1. La narradora relata una vida vivida con una cicatriz en la córnea: cómo esa marca diferencial impactó en toda su vida y cómo logró aceptar esa herida congénita.
Al igual que con Ojeda y otras escritoras de su escuela, el contexto político del periodo influye en la infancia de la narradora. La narrativa de Nettel implica al caos político que tuvo sujeta a Latinoamérica durante las décadas de 1960 y 1970, como la infame masacre de estudiantes de Tlatelolco en México en 1968 y la desastrosa dictadura de Pinochet en Chile. Nettel también saca a colación el terremoto de 1985 en la Ciudad de México, un momento decisivo y un punto de inflexión dentro del largo y lento proceso de salida de la dictadura unipartidista hacia la democracia pluralista.
Al igual que el libro de Ojeda, el de Nettel trata de cómo se les enseña a las mujeres, durante la infancia y la adolescencia, a ser el género sometido y de la propia lucha de la narradora para ser libre y habitar su cuerpo como un ser autónomo. El título del libro viene del poema Song, de Allen Ginsberg, que dice: “I always wanted / to return / to the body / where I was born”2. Para la narradora de la obra de Nettel, adueñarse del cuerpo en donde nació, aunque esté desfigurado a causa de una cicatriz debilitante en una córnea, equivale a aprender a vivir como una mujer independiente en un mundo que le enseñó una y otra vez a ser dependiente y a no ser libre. Es una lucha ya conocida para las mujeres, adultas o adolescentes, de Mandíbula, de Ojeda, y es un tema recurrente en toda la obra de Nettel. Por ejemplo, su libro de cuentos Historias naturales, traducido al inglés por Lichtenstein en 2014, documenta de manera similar la lucha de las mujeres para encontrar su propia definición de libertad, a pesar de que las relaciones heterosexuales las sometan a distintas amenazas misóginas. Al igual que en su novela, en estos cuentos, Nettel reduce la narrativa a lo más básico, lo que le permite concentrarse más en las emociones, la desmoralización y la confusión que viven las mujeres de su obra mientras intentan entender su situación y, finalmente, tener algo de control.
Si Ojeda nos acerca a la situación existencial de las mujeres latinoamericanas y Nettel nos acerca aún más, entonces, tal vez, no haya escritora latinoamericana mejor que la argentina Samanta Schweblin para tener el valor de hacer que el lector quede inmerso, de una manera muy intensa, en ese estado de peligro y de confusión respecto de la existencia en el que viven las mujeres. Lo más impactante de los relatos de Schweblin es que suelen situarse entre el realismo y la alegoría: dan suficiente detalle como para no clasificarlos como mitos o fábulas, pero no dan para nada la cantidad de detalles necesaria para comprender completamente la realidad en la que viven sus personajes, que sí se da en la típica ficción realista. El resultado es que, cuando leo a Schweblin, siempre siento, con mucha intensidad, un gran apego al mundo de emociones y sensaciones de la protagonista, ya que esa suele ser la mayor parte de lo que Schweblin le da a la lectora o al lector para aferrarse. Como es de esperar, ese mundo se caracteriza por los estados de exaltación extrema, los momentos de crisis y los momentos en que la mente y el físico llegan al límite. No me sorprendería enterarme de que leer a Schweblin me eleva muchísimo los niveles de cortisol.
La manera particular de narrar de Schweblin da como resultado relatos que se perciben como versiones extrañas, diferentes y originales de las preocupaciones ya conocidas entre sus pares feministas. Por ejemplo, su cuento “Olingiris” gira en torno de una queja común para las mujeres de todas partes: la norma social que impone rituales y prácticas para que las mujeres no tengan vello corporal. Pero Schweblin se adueña de esa queja de una manera particular y propia: en el relato enmarcado del cuento, a las mujeres se les paga por dejar que un grupo de otras mujeres, que empuñan pinzas de depilar, les quiten el vello corporal mediante un método atroz y sin explicación alguna, y lo recolecten. “Mujeres desesperadas” se centra en una mujer que intenta calmar el dolor emocional que le causó el abandono de parte de su marido y que, al mismo tiempo, tiene un encuentro extraño con una mujer mayor que ella en medio de los lamentos de otras mujeres también abandonadas. La novela de Schweblin publicada en 2014, Distancia de rescate, traducida por Megan McDowell con el nombre de Fever Dream (2017), es, en esencia, la historia de dos madres que intentar aceptar la constante posibilidad de que sus jóvenes hijos pueden morir, pero narrada a través del delirio febril, al cual hace referencia el título en inglés, de una mujer que sucumbe lentamente a la muerte.
A pesar de que las realidades políticas que se amalgaman en la obra de Ojeda y de Nettel podrían parecer menos evidentes en los extraños mundos de Schweblin, algunos acontecimientos de la vida política de Latinoamérica sí se hacen sentir en las historias que ella cuenta. La propia Schweblin dijo que Distancia de rescate está basado en las consecuencias del uso extendido de pesticidas tóxicos en su país natal, Argentina, a los cuales se los relaciona con las enfermedades y la muerte de los habitantes de los pueblos alcanzados durante su utilización y que son necesarios para el rol de Argentina como productor principal de soja dentro de la economía global. Su libro de cuentos de 2015, Siete casas vacías, traducido por McDowell como Seven Empty Houses (2022), hace referencia a la misoginia extendida que condujo a epidemias de femicidios en naciones latinoamericanas. Uno de los epígrafes del libro viene del poema “La desaparición de una familia”, de Juan Luis Martínez, cuya interpretación más común es que alude a la violencia politizada que aplicaron los gobiernos latinoamericanos sobre los ciudadanos comunes durante el siglo XX.
Estas tres escritoras (y muchas de sus colegas, cuyas obras no puedo analizar en detalle por cuestiones de espacio) están llegando por su cuenta a territorios superpuestos de maneras que parecen significativamente similares, a pesar de la originalidad que cada una le otorga a su obra. Ellas invocan una idea generalizada sobre la condición de la mujer, una idea que se instaló en la clase media y la clase alta y que se divulgó a través del cine, la televisión, la música, Instagram, la publicidad y tantos otros medios de comunicación. Si bien invocan esa idea de una manera profunda y real, en particular para la cultura e identidad latinoamericanas, sus historias también son relevantes para cualquier mujer que haya tenido en la vida cierto nivel de estabilidad y comodidad material. Por ejemplo, que Ojeda incorpore en su novela Mandíbula el folklore del terror de Internet y que Schweblin incorpore en su novela Kentukis la intranquilidad extendida sobre las formas en que nos conectamos en las redes sociales les dan a estos libros amplitud y relevancia como literatura contemporánea mundial.
Para los protagonistas y antagonistas de estos relatos —en su mayoría, mujeres—, el mundo no es un lugar propio: se esfuerzan por mantenerse a flote y aprenden las reglas de sus mundos a través de pruebas de fuego. Por lo general, esos mundos suponen algún nivel de peligro, cuyos límites las protagonistas tratan constantemente de definir, incluso mientras persiguen los significantes de la normalidad que se les trata de imponer, como embellecerse, encontrar amor duradero y seguro, criar hijos y tener vidas llenas de bienestar y estabilidad. Si a Ojeda, Nettel y Schweblin las interpela el mundo del terror, de lo político y de los cuerpos, y encuentran sentido en ellos, y si esas realidades tienen eco no solo en el contexto latinoamericano, sino también en otras partes del mundo, es tal vez porque están en contacto con una cualidad inherente a ser mujer en los comienzos del siglo XXI.
Como me dijo Ojeda: al escribir a través de la lente del terror, ella logra escarbar y escarbar hasta llegar a lo básico, que es la clave para escribir obras que tengan mayor alcance. “Creo que todos conocemos el miedo tanto como conocemos el amor. Tememos porque amamos, tememos porque somos frágiles, tememos porque todos nos vamos a morir. El amor es hermoso y fuerte y, sin embargo, es vulnerable como una flor. ¿Qué puede hacer una flor contra todos los peligros del mundo? Entonces temblamos, tratamos de proteger a la flor porque es muy delicada, muy preciosa. Escribir terror hace que una piense en esas cosas y que vuelva a los mitos y a los símbolos, algo que me encanta”.
Traducción de María Victoria D’Ercole
1 Cita de El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel. [Nota de la traductora]
2 Traducción de Tom Maver: “[…] lo que siempre quise, / regresar / al cuerpo / en donde nací”.
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