I
El 16 de octubre de 1971 tuvo lugar la cena de clausura del homenaje que la revista Books Abroad brindó a Octavio Paz. Se recopilan los testimonios leídos por los amigos de Paz.
La revista Books Abroad fue fundada por Roy Temple House en 1927 con la idea de “servir a las comunidades internacionales, estatales y universitarias logrando la excelencia como publicación literaria, patrocinadora de premios literarios y centro cultural para estudiantes”. Estaba radicada en la ciudad de Norman, sede de una universidad reconocida del centro de Estados Unidos, cercana a la capital de Oklahoma, que alberga también el Centro Meteorológico Nacional por hallarse en la zona de terribles tornados.
Octavio Paz era lector de Books Abroad:
Recuerdo hace muchos años, cuando estudiaba la licenciatura y comenzaba a descubrir la literatura por mí mismo, una copia del diario llegó a mis manos. En aquellos días, el aislamiento literario de México era casi absoluto, en la medida en que cuando leía esas páginas sentía la apertura de las puertas de la literatura contemporánea en otros idiomas además del mío. Durante un tiempo, Books Abroad fue mi brújula, y la literatura extranjera dejó de ser para mí un bosque impenetrable.1
En 1968, el poeta estonio Ivar Ivask, quien fue el quinto editor de la revista desde su fundación y director de ella para entonces, y Lowell Dunham, jefe del Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas de la Universidad de Oklahoma, decidieron homenajear a al poeta Jorge Guillén por sus 75 años con un número especial y un simposio que se prolongó durante tres días. Nació así una virtuosa tradición.
En 1969, Jorge Luis Borges fue el homenajeado durante dos semanas de conferencias, seminarios y simposios al serle concedido el Puterbaugh Fellow. Luego se decidió que el evento sería bienal y se llamaría “Oklahoma Conferences on Writers of the Hispanic World”, tendría siempre a un gran escritor rodeado de actividades académicas y una sesión homenaje de dos días de estudios y conferencias.
Veinte años después de que apareciera la primera reseña de su obra en Books Abroad —la del crítico italiano Donato Internoscia sobre Libertad bajo palabra— se anunció que Paz recibiría el Puterbaugh Fellowship.
Paz arribó a Norman el lunes 4 de octubre de 1971, días después de haber anunciado en México, con otros intelectuales y políticos, que se crearía un nuevo partido político. Dos de sus charlas públicas las impartió en inglés: “La nueva analogía: poesía y tecnología” y “André Breton”. Su seminario de posgrado, “Poesía hispanoamericana moderna: postmodernismo y vanguardismo”, se dividió en seis sesiones dedicadas a “aclarar aspectos de la poesía hispanoamericana en su evolución desde romanticismo al simbolismo y al presente, contrastando la literatura de Europa y América, siempre con la mira hacia el presente y en permanente apertura al futuro”.2
Según recuerda Ivask, “su contacto con el público fue muy diferente al de Borges. […] Mientras Borges había habitado en el pasado, Paz nos lanzó siempre de vuelta al presente. Mientras el mundo de Borges tendía a ser circularmente cerrado y autosuficiente, la realidad de Paz seguía siendo porosa, abierta al futuro universal; Borges apeló como el irónico, humilde, bardo de memoria mítica, mientras que Paz ganó con su fervor profético explorando siempre lo nuevo, pero viejo como el rocío de la mañana”.3
El 15 y 16 de octubre tuvo lugar el seminario “La vida y obra de Octavio Paz”, en el que participaron Manuel Durán (Yale), Ricardo Gullón (Austin), Ruth Needleman (Santa Cruz, California), Allen W. Phillips (Austin), Rachel Phillips (Vassar), Emir Rodríguez Monegal (Yale), Alfredo A. Roggiano (Pittsburgh) y Tomás Segovia (El Colegio de México). El cierre fue un panel de discusión entre Durán, Roggiano, Phillips y Segovia.
Entre las actividades oficiales “Paz y su esposa Marie José encontraron el tiempo y el interés para explorar lugares emblemáticos de Oklahoma, como Indian City y el Cowboy Hall of Fame, antes del simposio final [a diferencia de Borges, Paz no asistió a las sesiones] y la ahora ya acostumbrada lectura y cena”.4
En el transcurso de la cena de clausura, el sábado 16 se leyeron varios testimonios de amigos de Paz, como los siguientes:
Jorge Guillén:
El homenaje a Octavio Paz en la Universidad de Oklahoma es muy oportuno. El poeta mismo está ahí con ustedes. Es un placer confirmar que sus obras son una extensión admirable de su persona. Poeta, crítico, ensayista, mexicano, europeo, atraído incesantemente por las culturas asiáticas; muy sensible a la vida más íntima y muy interesado en los problemas de su tiempo. Muchos aspectos de Octavio Paz están dominados —es evidente— por su naturaleza poética: creador de la palabra esencial en toda su poderosa revelación. Permíteme unir mi voz en este homenaje.
Carlos Fuentes:
Me alegro de unirme a ustedes en el homenaje a Octavio Paz: el mejor escritor mexicano vivo, excelente renovador de la lengua española, gran poeta y ensayista universal.
Salvador Elizondo:
En el momento en que el ejercicio estricto de la conciencia crítica está a punto de renacer en México, saludo muy cariñosamente a Octavio Paz, cuyo trabajo técnico y teórico será sin duda uno de los ejes más característicos en torno al cual esa nueva conciencia se convertirá en una conciencia a la que muchos escritores, ahí, por primera vez, puedan acceder.
Octavio Paz es el fundador de una crítica rigurosa y profunda de nuestro idioma, especialmente en su forma hablada, y los intentos de fundar una poética basada en los resultados de esa crítica ciertamente no ha sido infructuosa en el propio trabajo creativo de Paz. De hecho, se podría decir que su poesía representa una de las empresas más grandes de ese tipo que se ha intentado en un país de habla hispana: un patrimonio dado libremente, beneficios de los cuales ahora conservamos.
Su trabajo crítico ha confrontado valientemente a las más generalizadas y menos rigurosas suposiciones sobre los valores de nuestra tradición moderna e incluso de esa paradoja “tradición del presente” que tan frecuentemente ha tratado de instalarse en nuestro medio intelectual.
Por lo tanto, aprovecho esta oportunidad para desear el éxito a esta conferencia y personal fortuna a Octavio Paz.
José Emilio Pacheco:
Me pregunto hoy una vez más, cuando todo parece estar a punto de volver a arder, si hay un lugar para un poema en este alboroto, en esta confusión de sonoridades que nos rodean como islas, por todas partes, que se apiñan en el mar.
Quizás la poesía es otro oficio de la oscuridad, un disco rayado que se multiplica, hasta que se separa, las voces de los grandes encantadores, muertos hace un siglo al mismo tiempo que, recién humanizado, Dios enterró a Dios y pronunció no un “hasta luego”, sino un adiós definitivo.
Por otro lado, no me gustaría conformarme con un saludo superficial: tengo escrito tanto sobre él, pero al hacerlo siempre me contuve, sé reconocer distancias y, además, el fervor debe ser de alguna manera secreto o tímido.
Sin embargo, abro sus libros nuevamente y, a través de un espejismo totalizador, los años son como fueron: soy nuevamente el deplorable adolescente cuya única virtud es la inocencia. Y cada página se convierte en un jardín y su vegetación es una estrella feroz iluminándome.
Las apariencias son hermosas en su verdad momentánea. Las palabras nacen en el visible centro de la tierra. Los cuerpos renuevan su alegría. La piedra de sol ilumina las calles que todavía no existen. La noche se disuelve en el mar. El amanecer está inundado de pájaros. Amanecer, mundos, levantarse sobre la transparencia del espacio y la sombra del viento sobre el agua. Y de repente, entre quietud y vértigo, el presente es perpetuo.
Marco Antonio Montes de Oca:
Les pido que acepten mi entusiasta adhesión por el homenaje que la Universidad de Oklahoma le rinde al gran poeta mexicano, Octavio Paz, el maestro indiscutible de la nueva generación en América Latina, un hombre de una estatura moral impecable, un ensayista de una imaginación muy brillante y original, Octavio Paz es, sobre todo, un poeta que sólo puede encontrar paralelo entre los grandes inventores de la literatura española en el siglo XVI. Por eso considero apropiado el reconocimiento académico que ha organizado una universidad estadounidense, apropiado y no menos importante que el que esos nuestros miglior fabbro han recibido más allá de la frontera.5
Y finalmente, fue el turno de Paz, quien dijo:
Desde el día que llegamos a Oklahoma, Marie José y yo nos sentimos rodeados de una lúcida cordialidad que parecía una especie de correspondencia espiritual con el brillo de estos días de otoño. Encontramos aquí la viva amistad de Astrid y Ivar Ivask, dos poetas, dos nombres más lunares que solares, dos corazones más cerca del hogar que de la nieve; la amplia hospitalidad de Lowell Dunham, generosa como estos campos interrumpidos aquí y allá por elegantes colinas (una de esas colinas se llama Francis); la calidez de Karen y Tom Lewis, apasionados e idealistas en lo moral, no el sentido filosófico, como lo es la juventud norteamericana de nuestros días en su admirable rebelión. Y entre todas estas pruebas de amistad, hay una con la que no había contado: la exquisita cortesía de un cielo despejado y del aire radiante. Y todos los amigos que se han reunido aquí para hablar de una persona que conozco e interpreto. No sé quién sea quien tiene el mismo nombre que yo, pero no debe ser confundido conmigo, y quién es el autor de libros que llevan mi nombre. Han sido días extraordinarios e inusuales en cuya atmósfera se desarrolló una sensación de extrañeza, una sensación deliciosa, no sin ironía y melancolía, que han creado en mí al hablar sobre mí y mi trabajo como escritor.
El otro día leí que Picasso había dicho: “Yo con frecuencia pinto Picassos falsos”. Algo sobre eso me parece curioso: las obras del autor tal vez no sean tanto retrato de él, aunque cada obra literaria es un espejo que nunca refleja la misma imagen; ellas inventan al autor que las escribe y al lector que las recrea a ellos. Gracias, amables amigos, por las lecturas variadas, inteligentes y penetrantes: no me veo en lo que tengo escrito; más bien los veo. Veo paisajes y mundos creados por ustedes, por su simpatía creativa. Gracias también al doctor Jim Artman, que me ha otorgado la llave a esta ciudad, una ciudad sin muros ni puertas. Gracias finalmente y, sobre todo, al presidente Paul F. Sharp y a la señora Sharp que nos han honrado.6
La cena concluyó con un recital de Paz donde comentó cada poema, mientras Ivask leía las traducciones. Paz eligió para esta ocasión diecisiete poemas de ¿Águila o sol? y Ladera este: “Escribo sobre la mesa crepuscular,” “Jadeo, viscoso aleteo,” “Hace años con piedrecitas,” “Un poeta,” “Hacia el poema I, II,” “Aquí,” “Madrugada,” “Juventud,” “Pueblo,” “Aparición,” “Madurai,” “México, Olimpiada 1968,” “Lectura de John Cage,” “Pasaje,” “Contigo,” “Ejemplo” y “Viento entero.”
Al día siguiente, al mediodía, Paz voló a Cambridge, donde debía asumir el honor de impartir las Charles Eliot Norton Lectures, ciclo de conferencia que antes que él, también dictaron Guillén y Borges.
Los ensayos del simposio aparecieron en la edición de otoño de 1972 de Books Abroad. Una versión ampliada se publicó en 1973 en el libro The Perpetual Present: The Poetry and Prose of Octavio Paz.
Con los años el reconocimiento se amplió a escritores de cualquier nacionalidad y adoptó el nombre de “The Puterbaugh Festival of World Literature and Culture”. Después de Paz, sólo otro mexicano ha sido galardonado: Carlos Fuentes en 1983. Paz no lo sabía, pero un año antes que Fuentes, regresaría a Norman por una razón distinta.
II
Crónica de galardón otorgado a Octavio Paz en 1982 por la Universidad de Oklahoma y la revista World Literature Today.
El Premio Internacional Neustadt de Literatura es un galardón de alto prestigio en los Estados Unidos, uno que The New York Times considera equivalente al Premio Nobel.7 Es un premio bienal que comenzó a entregarse en 1970, auspiciado por la Universidad de Oklahoma y la revista World Literature Today. Su promotor inicial fue el poeta Ivar Ivask, y su patrocinio vino de la familia Neustadt. En 1982 entregaba veinticinco mil dólares —hoy la suma se ha duplicado— con un certificado y una pluma de águila bañada en plata que remite a las tribus americanas nativas de Oklahoma.
Cualquier escritor vivo es candidato al premio, siempre y cuando una parte importante de su obra esté disponible en inglés o francés. En su origen se llamó Premio Internacional de Literatura Books Abroad, que era el antiguo nombre de la revista World Literature Today; luego, desde 1976 cambio a su actual apelativo.
El primer ganador fue el poeta italiano Giuseppe Ungaretti. En 1972, Ivask promovió a Paz, con el apoyo del poeta belga Fernand Verhesen, que argumentó “la extrema originalidad de su trabajo y la profundidad ferviente y lúcida con la que intenta reconciliar al hombre con el mundo exterior y consigo mismo”.8 Sin embargo, el resto del jurado optó por otro latinoamericano, el colombiano Gabriel García Márquez.
Ivask le escribió a Paz: “¿Qué he hecho para merecer este silencio masivo de tu parte? Espero que no estés enojado conmigo por la manera en que votaron los jueces”.9 Y Paz le contestó: “¿Cómo se te ocurre pensar que yo puedo estar enojado contigo? Soy vanidoso como (casi) todos los que escriben, pero mi vanidad no está en los premios”.10
Los años siguientes el premio fue para Francis Ponge, Elizabeth Bishop, Czeslaw Milosz y Josef Škvorecký. Paz no volvería a ser nominado sino una década después. Nuevamente Ivask estaría a su favor, junto con Jaime García Terrés, quien en su presentación señaló:
Paz es uno de esos fenómenos que cambió la faz cultural de todo el continente. Al mismo tiempo, descubrió, con una visión penetrante y singular, el significado y la razón de ser de México y de lo mexicano. Precisamente porque se nutrió de las fuentes universales (incluyendo la antigüedad de Oriente y Occidente), ha sido capaz de adquirir tanta sensibilidad hacia los valores del presente inmediato que, junto con el vigor poético para rejuvenecer esos valores, ha abierto nuestra cultura a la influencia enriquecedora de lo mejor del extranjero, que nos hacen, como él mismo dice: “contemporáneos de todos los hombres”.11
Como cada dos años, Ivask designó al jurado internacional, en consulta con los quince integrantes del consejo editorial de la revista, cada uno con poder para nominar a un candidato. Ese año el jurado estuvo conformado por Miguel Durán —quién representaba a García Terrés—,Yehuda Amijai, Poul Borum, John L. Brown, Efim Etkind, Francine du Plessix Gray, Mimmo Morina, Hualing Nieh y Östen Sjöstrand. Otros dos designados —Giancarlo Vigorelli y Maurice Nadeau— no pudieron asistir por enfermedad y problemas de visado, respectivamente. Los candidatos, además de Paz, fueron Robert Penn Warren, John Hawkes, Laura Riding, Vladímir Nikoláyevich Voinovich, Ted Hughes, Ba Jin, Max Frisch, Artur Lundkvist, Östen Sjöstrand, Leonardo Sciascia y Eugène Guillevic.
La deliberación comenzó el 25 de febrero. Al principio, parecía que el ganador sería el gran poeta inglés Hughes. Sin embargo, la tenacidad de Durán se impuso y Paz fue declarado ganador. Al poeta catalán le “enorgullecía señalar que defendió su causa durante las deliberaciones y fue capaz de convencer a los otros miembros, aunque debo agregar que sus logros hicieron que mi tarea fuera muy fácil”,12 y se expresó en estos términos del trabajo de Paz: “Al abordar el lenguaje a través de la poesía y la pasión, trata con un hecho universal: no hay cultura sin lenguaje, y el lenguaje nos pertenece a todos, a través de los sentimientos (sensualidad, pasión sexual) que también son nuestra herencia común”.13
Las felicitaciones no tardaron en llegar. Jorge Guillen declaró: “Octavio Paz es la conciencia crítica, libre y lúcida del mundo en que vivimos. […] Ciertamente conoce y siente profundamente nuestra literatura española. Por ejemplo, el que escribe estas líneas está en deuda con él por varios análisis espléndidos […]. Finalmente, uno alcanza un estado en el que las palabras son insuficientes. Simplemente no puedo ‘expresar’ toda mi gratitud”.14
Reconocimiento del Premio Neustadt.
La ceremonia formal fue el 9 de junio y acudieron cerca de trescientos invitados. En el presídium, además de Paz y Marie José, se encontraban William S. Banowsky, director de la Universidad, Manuel Durán, Doris Neustadt y Walter Neustadt Jr. Ivask hizo la salutación y Durán leyó un ensayo sobre la obra del poeta y Paz ofreció un discurso en su lengua materna.
En todos los idiomas hay palabras límpidas que son como el aire y el agua del espíritu. Expresar tales palabras es siempre maravilloso y tan necesario, como respirar. Una de esas palabras es gracias. Hoy la pronuncio con alegría. También con la conciencia de ser objeto de una feliz confusión. La verdad es que no estoy muy seguro del valor de mis escritos. Por otro lado, estoy seguro de mi pasión literaria: nació conmigo y morirá sólo cuando yo muera. Esta creencia me consuela. Los miembros del jurado no se equivocaron por completo al otorgarme el Premio Internacional Neustadt 1982; querían recompensar, en mi caso, si no la excelencia, la obstinación… No diré más sobre mis sentimientos. No soy más que la causa incidental (¿o accidental?). Y, por lo tanto, lo que debería contar, por muy profunda que sea mi gratitud, no es mi persona, sino la importancia del Premio Neustadt. Vale la pena reflexionar sobre esto por un momento. Situada en el centro de los Estados Unidos y rodeada de inmensas llanuras, Oklahoma parecía desierta debido al destino geográfico de la actividad interior y la separación histórica. Sin embargo, la relación de cada sociedad con su realidad física circundante es una contradicción: los hombres que habitan en un valle escalan montañas que los separan del mundo, y los hombres de las llanuras se mueven a lo largo de su extensión sin fin como si fuera un mar navegable. Estas son metáforas opuestas y reversibles: el desierto es un mar para los árabes, y el mar es un desierto para los marineros. En cada caso, la metáfora es un desafío y una invitación: el horizonte sigue siendo al mismo tiempo una llamada y un obstáculo. En el dominio de la comunicación literaria, Oklahoma ha superado el aislamiento y la distancia a través de una serie de iniciativas ejemplares. […] Por otro lado, hay muy pocos premios literarios que sean verdaderamente internacionales. Entre estos, un lugar aparte está ocupado por el Premio Neustadt. Dos características le otorgan una cara única: la primera es que cada jurado está compuesto por críticos y escritores pertenecientes a diferentes idiomas y literaturas, lo que significa que constituye un organismo internacional, tan internacional como el premio mismo; La segunda característica es que el jurado no es permanente, sino que cambia de un premio a otro, es decir, cada dos años. Estas dos características se traducen en dos palabras: universalidad y pluralidad. Debido a la primera palabra, el premio ha sido otorgado a poetas y novelistas en italiano, inglés, francés, polaco, español y checo. Debido a la segunda palabra: pluralidad, encontramos entre los galardonados no sólo escritores de diferentes idiomas, también de diferentes persuasiones literarias y filosóficas. En términos estéticos, la pluralidad es una riqueza de voces, acentos, modales, ideas y visiones; en términos morales, la pluralidad significa tolerancia a la diversidad, renuncia al dogmatismo y reconocimiento del valor único y singular de cada obra y cada personalidad. La pluralidad es universalidad, y la universalidad es el reconocimiento de la admirable diversidad del hombre y sus obras. Considerando todo esto, en el mundo moderno convulsionado e intolerante que habitamos, el Premio Neustadt es un ejemplo de la verdadera civilización. Diré aún más: reconocer la variedad de visiones y sensibilidades es preservar la riqueza de la vida y así asegurar su continuidad. De ahí que el Premio Neustadt, al estimular la universalidad y la diversidad de la literatura, defienda la vida.15
El presidente de la Universidad, William S. Banowsky le entregó el diploma, el cheque respectivo y la escultura. Un recital de Paz concluyó la velada. Una de las primeras personas a la que le escribió fue a Guillén:
[Tarjeta postal. Manuscrita]
[Oklahoma, s/f, ca. octubre de 1982]
Mi querido y admirado D. Jorge: Aquí estamos Octavio Paz, Marie Jo, los Ivask y trescientas personas más para lo del Premio Neustadt: todos lo hemos recordado a usted, con cálida admiración. ¡Sigue Ud. siendo nuestro héroe, el príncipe de la poesía!
Manolo Durán
Y con el privilegio que tú me diste hace años en Cambridge. ¡Te tuteo, querido Jorge!, liróforo celeste, terrestre, marítimo, ígneo —los cuatro elementos y los cuatro puntos cardinales resueltos en una forma pura, transparente y que nos ilumina: tu poesía, que tiene muchos nombres —año, luz, camaleón, chispa y, ante todo, Irene
Con un grande abrazo
Octavio y Marie José
Ivask cuenta una anécdota que ocurrió esa noche: “Nos detuvimos en el jardín antes de la cena y, de repente, el poeta mexicano sacó del bolsillo de su traje un presente para mí. Era un pedazo de una ramita de laurel de la Villa Médici que siempre llevaba consigo, como un amuleto. ¡Me compartió esas hojas de laurel!”.16
Al día siguiente, Paz declaró que nunca había escrito para obtener premios, sino por una necesidad íntima, y luego por otras razones: autodescubrimiento y la búsqueda de un lector. Ya sea si sólo es uno, dos o un millón de buenos lectores, ese es el verdadero premio y el único monumento al que aspira un escritor. […] Los premios pertenecen a otra esfera […], son una gran simulación. Siempre ha habido premios y, desde el punto de vista social y cultural, preservan la continuidad de la literatura.
Ningún otro escritor mexicano ha vuelto a ganar el Premio Neustadt.
1 Octavio Paz, “Laureate’s Words of Acceptance”, en World Literature Today, volumen 56, número 4, 1982, pp. 595–596. Traducción propia.
2 Ivar Ivask, “The Perpetual Present”, en Books Abroad, 1972, volumen 46, número 4, pp. 543-545.
3 Ibidem.
4 William Riggan, “The Puterbaugh Conferences: a retrospective appreciation”, en World Literature Today, 2002, volumen 76, número 2, pp. 16-18.
5 Las intervenciones de los autores son traducciones propias, aparecieron en Jorge Guillén, et al., “Tributes to Octavio Paz”, en Books Abroad, 1972, volumen 46, número 4, pp. 607 y 608.
6 Ivar Ivask, “The Perpetual Present”, en Books Abroad, 1972, volumen 46, número 4, pp. 543-545.
7 Edwin McDowell, “Publishing: The Oklahoma ‘Nobel’”, en The New York Times, 26 de febrero de 1982, sección C, p. 22.
8 William Riggan, “The 1982 jurors and their candidates for the Neustadt International Prize for Literature”, en World Literature Today, otoño de 1981, volumen 55, número 4, p. 629.
9 Ivar Ivask a Octavio Paz, 1 de enero de 1973, Norman, Oklahoma.
10 Octavio Paz a Ivar Ivask, 7 de febrero de 1973, Ciudad de México.
11 William Riggan, “The 1982 jurors and their candidates for the Neustadt International Prize for Literature” en World Literature Today, otoño de 1981, volumen 55, número 4, p. 629.
12 Manuel Durán, “Remembering Octavio Paz”, en World Literature Today, volumen 73, número 1 (invierno de 1999), pp. 101-103.
13 Manuel Durán, “Octavio Paz: The poet as philosopher”, en World Literature Today, otoño de 1982, volumen 56, número 4, pp. 591-594.
14 Jorge Guillén, “In homage to Octavio Paz, Neustadt Laureate”, en World Literature Today, otoño de 1982, volumen 56, número 4, p. 607.
15 Octavio Paz, “Laureate’s words of acceptance”, en World Literature Today, otoño de 1982, volumen 56, número 4, pp. 595-596.
16 Ivar Ivask, “Shared laurel leaves: From Jorge Guillen to Octavio Paz” en World Literature Today, otoño de 1982, volumen 56, número 4, p. 589.