Súcubo
Regresaste en el epicentro de la noche cálida,
palidecida por la violencia
de tu deseo. Avanzabas sigilosa
hacia las fronteras de la cama,
donde la sangre operaba sus milagros.
Viste las dunas y desiertos,
la funesta caída de los ángeles,
el inmanente hartazgo
de los cuerpos hipertrofiados.
Emprendiste mejor la retirada.
Aomame y Tengo
1.
Se embarcó tu mano en la mía
hacia aquella rivera al otro lado de la noche,
donde los truenos con su resplandeciente
oquedad anunciaban la tragedia inminente.
2.
Con mi padre recorría las calles,
formábamos cartografías de la necesidad urbana.
Las puertas eran el eco gris
de otros muros. Se desvanecía ante mis ojos
nuestra infancia como tu imagen
en la crisálida del aire.
3.
Por esas ventanas en el horizonte
se desvía tu mirada hacia el estruendo.
El cráneo se abre súbito, flor carmesí,
trágica erupción del pensamiento.
Tus caricias ennegrecen nuestro gélido
abrazo a la distancia. En el parque
un niño te espera desde hace treinta años.
4.
Esta noche olvidaste hablarme.
En tu recuerdo se cruzó una nube tenue,
casi una embarcación hacia el abismo.
Te ofrezco estas postales traídas desde las historias que tejimos
para que las prendas en tus sueños, para que las sueltes al vuelo,
así de paso.
5.
¿Cuántas veces entramos y salimos
a este mundo en que nos encontramos?
¿Por cuántas carreteras dejamos que el camino
se escapara hacía una ciudad desconocida?
Yo sé que esa niña ya no existe:
en la tormenta me has paralizado
hasta ahogarme con tu infancia.
6.
Podrás tomar todos los cuerpos,
pero siempre te reconoceré al final de ellos,
en su culmen, en su forma de desvanecerse
sin signos ortográficos ni tonemas.
7.
Todos los que mueren a nuestro alrededor
confabulan para que el aire se disminuya,
se condense entre nuestras manos.
Saben que has escrito nuestra historia
en muchos cuerpos, que tus dedos han esculpido
las sombras de este mundo.
Por ello debes acercarte a mí, porque yo
he arado esta página con nuestras lenguas,
la he hecho florecer esperando
que nuestros cuerpos se encuentren en el espacio maculado.
8.
Tal vez la brea de la noche
recubra tus caricias y mi piel se agriete
de tan amargos despertares.
Quizá mi lengua no sea más que el remanente
carbonizado de esta historia.
De ahí la letra negra que tizna estos versos,
de ahí que todo tienda hacia el abismo.
9.
En este vértice verde las palabras
se encuentran, las miradas
se encuentran como palabras que se vuelven
sobre sí mismas, al
principio de un verso largo y oscuro como un símil adjetivado.
Ahí nos encontramos, para tomarnos de la mano
y no soltarnos nunca más.
10.
Encauzados hacia la ciudad iluminada,
nos tomamos de la mano
bajo el auspicio del tigre transformado
en una frontera transparente.
[Cómo liberar tanto vacío de tan limitado cuerpo]
¿Cómo liberar tanto vacío de tan limitado cuerpo?
No hay boca ni voz posible
para nombrar tu figura en el espejo.
Tu inacariciable remanencia repta
por debajo de la cama,
donde las tarántulas repiten
el terrible sacrificio de estar enamoradas.