UNGARETTI VINCITORE PREMIO BOOKS ABROAD PREGOTI COMUNICARE ANSA
Telegrama de Piero Bigongiari a Romano Bilenchi
9 de febrero de 1970, 11:00 a.m.
En febrero de 1970, con la transmisión de un telegrama desde Norman, Oklahoma, a un corresponsal del periódico La Nazione en Florencia, Italia (“Ungaretti ganador del premio Books Abroad, por favor informe a la Agencia Nacional de Prensa Asociada”), noticias sobre el ganador de un novel premio literario recorrieron el mundo. Durante los próximos cincuenta años, las inciertas alas de ese polluelo llegarían a estar representadas por una magnífica pluma de águila plateada que simboliza tanto los vuelos de la imaginación literaria, como la tradicional pluma del escritor.
Nada garantizaba, sin embargo, que el pichón tuviera alas más duraderas que Ícaro. El Premio Internacional de Literatura Neustadt, que con el tiempo llegó a ser conocido como “el Nobel estadounidense”, comenzó como una modesta iniciativa que, en diversos aspectos, tenía como objetivo remediar lo que era percibido por muchos como los eternos defectos del Premio Nobel de Literatura, una crítica que todavía se escucha a menudo hoy en día cuando la Academia Sueca hace su anuncio anual. Presentado formalmente como el “Premio Internacional de Literatura de Books Abroad” por Ivar Ivask, en el trigésimo sexto congreso de PEN International en Menton, Francia, en septiembre de 1969, la chispa de este nuevo premio internacional precedió a la titularidad de Ivask como el editor con más años de servicio (1967-1991) de Books Abroad y su sucesor, World Literature Today. Un animado debate en torno a los méritos (y deméritos) del Premio Nobel tuvo lugar cinco años antes, durante la reunión anual de la Modern Language Association en la ciudad de Nueva York en diciembre de 1964. Por petición de Robert Vlach, editor de Books Abroad en aquel momento, Herbert Howarth, un traductor del árabe nacido en Gran Bretaña y profesor de inglés de la Universidad de Pensilvania, convocó a un panel de académicos para discutir el historial del Nobel en la convención MLA. Esas charlas constituyeron el núcleo del posterior “Simposio del Premio Nobel” presentado en la edición de invierno de 1967 de Books Abroad, que incluyó el ensayo introductorio de Howarth, “Una petición a la Academia Sueca”, que a su vez sembró las semillas de la carta de Ivask de 1969. Más sobre dicha conexión en un momento.
Aunque Ivask no se dio cuenta cuando asumió el cargo de editor en 1967, Books Abroad casi había naufragado en las rocas de las dificultades financieras a mediados de la década de 1960. En ese mismo invierno de 1964-1965, cuando Vlach y Howarth convocaron su panel de MLA en Nueva York, la existencia misma de la revista estaba en juego. Durante el otoño de 1964, Pete Kyle McCarter, vicepresidente de asuntos académicos de la Universidad de Oklahoma (que eventualmente se convertiría en rector y presidente interino en 1970-71), aparentemente pidió a Vlach que defendiera la continuación de Books Abroad, específicamente que solicitara a la universidad considerar la posibilidad de justificar el financiamiento de la revista, aun cuando las protestas contra las injusticias de los derechos civiles y la escalada de la guerra de Estados Unidos en Vietnam ocupaban cada vez más la atención del país (y de la administración).1 Vlach respondió en una apasionada carta de tres páginas sobre la importancia de seguir brindando el apoyo institucional, los esfuerzos de la revista para expandir su circulación, el eterno problema de la falta de personal y la conveniencia de pagar contribuyentes extranjeros (dos centavos por palabra para artículos, tres centavos por palabra para reseñas de libros). Vlach desafió a McCarter diciéndole que, a menos que la universidad pudiera conseguir los fondos para apoyar adecuadamente a la revista, la administración debería permitirle migrar a una institución que pudiera financiarla. Al final de la carta, Vlach escribió: “La idea de Dr. House merece una mejor suerte que el suicidio”.2 Afortunadamente, la administración decidió que la revista merecía, en efecto, una mejor suerte.
El Dr. House al que se refería era Roy Temple House, quien se había desempeñado como editor fundador de Books Abroad desde 1927 hasta 1949. A mediados de la década de 1940, la revista que House había construido durante sus dos décadas de servicio alcanzó tal renombre que el académico nacido en Nebraska fue nominado para el Premio Nobel de la Paz en 1948. House, quien también dirigió el Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Oklahoma entre 1918 y 1942, de alguna manera mantuvo la revista a flote financieramente durante los años de escasez de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Sus sucesores en la edición, tres emigrados europeos: Ernst Erich Noth (1949–58), Wolfgang Bernard Fleischmann (1959–61) y Robert Vlach (1961–66), pusieron cada uno su sello personal en la revista, ampliando gradualmente la cobertura de Books Abroad, desde un enfoque inicial en las literaturas de Europa occidental (en su mayor parte, aquellas literaturas enseñadas por House y sus colegas en el departamento).
Cuando el checo Vlach asumió el mando como editor en 1961, amplió la cobertura de la revista para incluir “Libros de Asia y África”, de acuerdo con la universalidad de sus intereses y su amplio talento como poeta, traductor, periodista y crítico literario. Anticipándose al cuadragésimo aniversario de Books Abroad (1966-1967), Vlach instó a McCarter a que ayudara a financiar la traída a la universidad de una serie de conferencistas, “nueve ganadores del Premio Nobel u otros escritores extranjeros de fama mundial”, para lo cual el presidente George Lynn Cross aprobó una solicitud a la Fundación Ford de $25,000, para apoyar la serie.3 Al igual que los editores que lo precedieron, Vlach trató continuamente de persuadir tanto a la administración como a sus colegas de facultad sobre el valor de una revista como Books Abroad para brindar prestigio a la universidad, aun cuando la publicación apenas podía llegar financieramente a fin de mes, como tantas de las llamadas revistas pequeñas de la era vanguardista y de posguerra. Traer premios Nobel al campus habría sido un logro impresionante para el joven editor.
Desafortunadamente, la Fundación Ford rechazó la solicitud de subvención; luego Vlach murió repentinamente en enero de 1966, a la edad de cuarenta y nueve años, por lo que su sueño nunca se hizo realidad.4 La editora asociada Bernice Duncan, que había trabajado con todos los editores desde House hasta Vlach, asumió el cargo de editor en funciones a raíz de la muerte de su predecesor. Muy pronto, otro emigrado europeo sería contratado como sexto editor de la revista: el políglota poeta estonio-letón, y colaborador frecuente de Books Abroad, Ivar Ivask, a quien Duncan ayudó a reclutar para el puesto desde su cátedra en St. Olaf College en Minnesota. Cuando Ivask llegó al campus en el otoño de 1967, el número que presentaba el simposio del Premio Nobel, que incluía la contribución póstuma de Vlach sobre los escritores eslavos, había sido recientemente publicado. La “Petición a la Academia Sueca” de Howarth, el primero de diecinueve ensayos incluidos en el número, fue sistemáticamente condenatorio en su crítica. “Me gustaría que la Academia Sueca otorgara con menos frecuencia la corona, y a veces la máscara mortuoria, a la grandeza cumplida”, escribió Howarth, “que más a menudo fuera en pos del descubrimiento y el estímulo del genio que todavía se está desarrollando”.5
Howarth —quien trabajó para el gobierno británico en Tel Aviv durante la Segunda Guerra Mundial, pero renunció en protesta a sus políticas en el Mandato británico de Palestina— continuó sus propuestas, sugiriendo cinco cambios en los procedimientos de la academia, entre ellos, especialmente, recomendó “esforzarse para descubrir escritores por fuera de los dominios de las grandes potencias y los lenguajes actuales de la diplomacia”.
Además, “sólo con vacilación y moderación”, escribió, “debería la Academia respaldar a un escritor ya ampliamente reconocido y recompensado”. En última instancia, el mundo literario estaría mejor servido si el Nobel contribuyese a “la ampliación de la periferia de la visión internacional”.6 Aunque, sin lugar a dudas, tales críticas hirieron a los miembros de la academia, estos extendieron, sin embargo, una invitación a cuatro de los colaboradores del número: Howarth, Manuel Durán, Albert H. Carter Jr. y Robert E. Spiller, para participar en un simposio en Estocolmo en el otoño de 1967. Sus charlas fueron incluidas en el volumen de actas subsiguiente, Problemas del entendimiento literario internacional (1968). Habiendo crecido en los países bálticos controlados por los soviéticos durante los años de entreguerras y experimentado la Guerra Fría como un exiliado en Occidente, Ivask sabía que vivir en “la periferia de la visión internacional” tenía consecuencias en el mundo real. Tomó atenta nota de las críticas de Howarth cuando formuló la carta original para el Premio Books Abroad, y le dio crédito a Howarth en el preámbulo del anuncio de 1969. Ivask señaló su intención de que el nuevo premio rivalizara con el Nobel (“Hasta la fecha, no hay competencia para los criterios establecidos por la Academia Sueca, con sus consiguientes privilegios de estatus profesional y compensación monetaria”), y también tuvo cuidado de evitar el modelo de Estocolmo de un jurado permanente, eligiendo, en lugar de esto, un nuevo grupo de escritores cada dos años. Ivask imaginó un premio “representativo de la preocupación estadounidense por los logros genuinos en la literatura mundial”; nótese el énfasis en los “logros genuinos”, no en las gratificaciones del Viejo Mundo. Ante los delegados de PEN reunidos en Francia, Ivask concluyó con una pregunta esperanzadora: “¿No es la fe en la función creativa esencial de la literatura lo que nos ha unido desde todos los rincones del mundo?”
Casi inevitablemente, a pesar de una visión internacional tan elevada, no se pudieron evitar todos los escollos. De los doce miembros nombrados para el primer jurado en 1970, Piero Bigongiari (Italia), Heinrich Böll (Alemania), JP Clark (Nigeria), Frank Kermode (Gran Bretaña), Jan Kott (EE. UU.), Juan Marichal (EE. UU.), Gaëtan Picon (Francia), AK Ramanujan (India, EE. UU.), Allen Tate (EE. UU.), Mario Vargas Llosa (Perú) y Andrei Voznesenski (URSS), además de Ivask, casi la mitad eran europeos, con la totalidad de África, Asia y América Latina representados por un solo escritor cada uno. Así mismo, sólo seis de los doce participaron en persona cuando el panel se reunió en la Universidad de Oklahoma en febrero de 1970. La complicada logística de la entrega de premios molestó tanto a Ivask que modificó la carta original para tener en cuenta algunas de las eventualidades que podrían interrumpir sus nobles planes para un premio que competiría con el Nobel.7
Además, el anuncio de Ivask de la cantidad del primer premio ($10,000) en septiembre de 1969 era algo así como un deseo y una oración. A principios de ese verano, el vicepresidente McCarter le escribió a Ivask para informarle que “parece que ahora hay pocas o ninguna posibilidad de que el dinero para el premio de Books Abroad este año se pueda recaudar. Lamento mucho enviarle esta noticia, porque puedo comprender la vergüenza que le causará notificar a las personas distinguidas que, gracias a sus prodigiosos esfuerzos, han aceptado formar parte de la Junta [es decir, del jurado], y puedo entender su propia e inmensa decepción personal, la cual comparto. [El vicepresidente Thurman] White me dice, sin embargo, que la lista de posibles donantes se ha agotado y que ya no existe la posibilidad de recaudar el dinero en los próximos dos meses”.8 A pesar de la terrible predicción de McCarter, Ivask pudo asegurar financiación de contingencia por parte de la oficina del entonces presidente J. Herbert Hollomon Jr., evitando así el desastre.9
Ivask finalmente pudo dar un suspiro de alivio cuando el jurado llegó al campus de OU en febrero de 1970 y seleccionaron a un ganador a pesar de una votación inicial empatada.10 Ivask rompió el empate, elevando al poeta italiano Giuseppe Ungaretti sobre el poeta chileno de izquierda Pablo Neruda. Tras organizar apresuradamente los planes de viaje del poeta italiano de ochenta y dos años, Ivask le dio la bienvenida a Ungaretti a Oklahoma el 13 de marzo de 1970. En el banquete en honor de Ungaretti, el presidente Hollomon se hizo eco de la noble visión de Ivask para este nuevo premio que emana de las llanuras del sur de los Estados Unidos:
Esta tierra y este lugar es para el hombre occidental, joven, vital, irracional, esperanzado, lujurioso y vigoroso. Honramos hoy, y él nos honra a nosotros, a un poeta que, a cualquier edad, es joven y esperanzado, inocente, amoroso y racional. Es esta combinación de lo dionisíaco y lo apolíneo lo que hace que la vida tenga alguna esperanza. Para nosotros es un gran honor que llegue a nosotros como el primer galardonado de un premio basado en una tradición de interés por la literatura en una universidad de poco más de medio siglo de antigüedad, de un lugar y una época de gran tradición, de la que proviene todo nuestro arte, nuestra música, nuestra poesía y gran parte de nuestra prosa. Creo que es una señal del comienzo de lo que espero se convierta en una gran tradición en la América descendiente de Europa occidental como en todo el mundo: otorgar un premio a alguien en literatura sin tener en cuenta sus antecedentes o ideología y sin referencia a límites políticos.
Sonrojado por el éxito de haber coronado al primer galardonado con el premio, Ivask pronto se enfrentó a la inevitable realidad de conseguir fondos para el próximo premio bienal. Afortunadamente, un mecenas —según el laureado de 1974, Francis Ponge, evocando al amigo y consejero del emperador romano Octavio, quien era legendario por su patrocinio de Horacio y Virgilio— acudió al rescate del premio: la familia Neustadt de Ardmore, Oklahoma. La misma semana que Ivask estaba en Francia anunciando el debut del Premio Books Abroad, Boyd Gunning, director ejecutivo de la Fundación de la Universidad de Oklahoma, le escribió a Doris Westheimer Neustadt para formalizar el Fondo Conmemorativo Walter Neustadt en honor a su difunto esposo, Walter Neustadt. Jr., quien se había desempeñado como fideicomisario de la fundación de 1951 a 1965. Gunning describió sus planes para utilizar el fondo conmemorativo para financiar adquisiciones para la biblioteca, el museo de arte y el museo de historia natural y para crear una cátedra.11 Walter Neustadt Jr., quien había recibido su maestría de OU en 1941, siguió los pasos de su padre como fideicomisario de la Fundación a partir de 1965, se unió al consejo asesor de University of Oklahoma Press y sirvió en la Junta de Regentes de OU desde 1969 a 1976. Por intercesión de David A. Burr, quien se había desempeñado como asistente del presidente Cross y se convirtió en vicepresidente de asuntos universitarios en 1968, Neustadt reconoció que el premio Books Abroad presentaba una oportunidad natural para hacer realidad los ideales filantrópicos de su familia, al otorgar un premio que traería renombre internacional a su querida universidad.12 El presidente Paul F. Sharp anunció la contribución inicial por parte de la familia de $200,000 el 17 de mayo de 1972, con la regente Nancy Davies, Doris Westheimer Neustadt, Walter y Dolores Neustadt, y Allan y Marilyn Neustadt como invitados permanentes de honor.
Con la obtención de la donación esa primavera, Ivask publicaría un brillante “Informe de avance” en el número de verano de 1972, en el que afirmó un tanto triunfalmente que “la fe en la evaluación literaria imparcial a escala mundial, que esta revista ha defendido ya durante cuarenta y seis años, ha sido nuevamente reivindicada”. Tras recibir el premio en 1972, el novelista colombiano Gabriel García Márquez escribió: “Este es un premio que ha tomado forma en la fértil imaginación de un nativo de Estonia que ha intentado inventar, en lugar de dinamita, un premio literario que sería dinamita para el Nobel. Es un premio en el mítico Oklahoma de los sueños de Kafka y la tierra de la rara roca rosa, y ha sido otorgado a un escritor de un remoto y misterioso país de América Latina, nominado por un gran escritor de la lejana Islandia”. Cuando el poeta francés Francis Ponge fue elegido ganador en 1974, se hizo evidente que el Premio Neustadt representaba una notable convergencia entre la visión literaria global de Ivask y el patrocinio cultural de los Neustadt. En su discurso de aceptación, Ponge comentó:
Esta gratitud —cómo debería decirlo— es muy compleja, porque debo este honor y este premio a la Universidad de Oklahoma y a Books Abroad, al presidente del jurado, al jurado mismo, naturalmente, y a la familia Neustadt que han hecho posible que este premio se convierta en algo absolutamente magnífico. Es tan raro encontrar esta combinación que no sé cómo expresarme. Ciertamente es extraordinario que hace casi cincuenta años la Universidad de Oklahoma decidiera apoyar una publicación como Books Abroad y que siga apoyándola. Con la asunción a la dirección editorial por parte del Sr. Ivask, llegó la creación de este premio, que es tan original y tan diferente a cualquier otro en lo referente a las condiciones de las deliberaciones, el jurado que se renueva con cada premio, y todas las demás cosas tan originales relacionadas con él. Esta iniciativa es verdaderamente extraordinaria, como lo es la familia que la apoya desempeñando el papel que cabría esperar de un Mecenas verdaderamente culto, es decir, de alguien que tiene un interés muy devoto por actividades distintas al deporte.
Las incipientes alas se habían extendido magníficamente.
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Los discursos de aceptación de los veinticinco galardonados de Neustadt en las páginas siguientes ofrecen cinco décadas de conocimiento de la evolución de la literatura mundial desde 1970. Además, los ensayos adjuntos que presentan cada uno de los discursos de los galardonados ofrecen un panorama en evolución de los gustos y juicios críticos en la literatura internacional durante el mismo período de tiempo, condensando la voluntad colectiva de los más de 250 escritores, traductores y académicos que han formado parte de los jurados a lo largo de los años. Cada uno de los números especiales de Books Abroad o World Literature Today dedicados al ganador del premio también puede verse como una cápsula del tiempo que ofrece una gran cantidad de ideas sobre el zeitgeist literario desde 1970.
El tema predominante en los discursos de aceptación de los galardonados es la relación de la literatura con el mundo social, cultural y político más amplio de su tiempo. Para algunos galardonados, la escritura ofrece un escape del mundo hacia un reino estético purificado de mundanalidad, pero para la mayoría, la escritura está inextricablemente comprometida con reflejar o cambiar el mundo. Los temas de la libertad, la tolerancia, el perdón, el testimonio, la solidaridad, la justicia y la rebelión abierta aparecen a menudo en sus reflexiones sobre el papel del escritor. Assia Djebar cita a Mario Vargas Llosa: “En el corazón de toda ficción, la llama de la protesta arde intensamente”. Para Claribel Alegría, heredar “la espada de la poesía” obliga al escritor a blandirla en nombre de la justicia.
Si bien algunos de los ganadores de Neustadt en las páginas que siguen permanecen arraigados en su país e idioma de origen, muchos de los autores escriben sus obras desde un lugar de exilio geográfico o lingüístico, e incluso aquellos que nunca salieron de casa (o eventualmente regresaron) con frecuencia escriben desde una posición fuera de la corriente cultural dominante. Según Duo Duo, “La poesía toma esta periferia como una bendición y continúa ofreciendo rituales para los ríos enfermos, ofreciendo paisajes legibles para el corazón”. A menudo, los autores reclamarán una genealogía literaria por encima de una nacional: entre los poetas europeos, una línea inconfundible recorre la obra de Ungaretti, Ponge, Miłosz, Tranströmer y Zagajewski. En el Nuevo Mundo, otra línea atraviesa el trabajo de Bishop, Paz, Cabral y Brathwaite. Sin embargo, ambas líneas cruzan fácilmente el Atlántico —y el Pacífico— también.13
Las cuestiones referentes al lenguaje abundan en sus meditaciones. Los galardonados invocan con frecuencia tanto la tradición oral como los legados de los escribas y las historias literarias en su trabajo. Algunos sondean las profundidades de su lengua materna, mientras que otros, como Farah y Malouf, adoptan un inglés políglota que puede ser global en extensión, pero, en última instancia, lleno de “coloratura” local. Problemas de traducción —no solo de transferencia lingüística sino de traducibilidad cultural— surgen frecuentemente. En última instancia, para un novelista como Raja Rao, la forma en que usamos el lenguaje refleja nuestra humanidad, y el escritor se involucra en un “cuestionamiento radical” para sondear la condición humana.
Uno de los perennes placeres de esa condición es el don de contar historias, y muchos de los galardonados afirman que el encanto de contar historias impulsa gran parte de su trabajo. Dubravka Ugrešić cita la obra de Nabokov Lectures on Literature a este respecto: “Hay tres puntos de vista desde los que se puede considerar a un escritor: se le puede considerar como un narrador, un maestro y un encantador. Un escritor importante combina los tres —narrador, maestro, encantador— pero es el encantador que lleva en él lo que predomina y lo convierte en un escritor importante”. Los escritores alcanzan el estatus de “importantes” al encantar o desafiar a sus lectores, sin los cuales serían escribas anónimos, describiendo las sombras en la pared de la cueva. Para Mia Couto, “La literatura y la narración nos confirman como parientes y vecinos en nuestra infinita diversidad”.
Los escritores también se enfrentan a las cuestiones urgentes de la historia en su trabajo, desde el Pasaje Medio (Brathwaite, Danticat), la Guerra Fría (Miłosz, Zagajewski) y las guerras civiles (Alegría, Couto) hasta los legados del mundo poscolonial. Al escribir sobre el regalo de Patricia Grace al pueblo maorí de Nueva Zelanda, la escritora de Mvskoke Joy Harjo, la primera poeta nativa americana laureada, conecta su trabajo con un sentido globalizador de reconocimiento panindígena: “Entendemos que todos hemos sido colonizados, desafiados por la inmensa historia dentro de la que luchamos. Estamos intentando reconstruirnos con las piezas rotas”. En 1973, Gabriel García Márquez anunció que entregaría su premio de $10,000 dólares a un fondo de defensa para presos políticos en Colombia. Y en protesta contra las políticas de la administración Reagan en Centroamérica, Max Frisch donó el dinero de su premio a una organización local que trabaja para construir escuelas en Nicaragua.
Si bien cada escritor reclama el derecho a la libertad absoluta en el ámbito estético de la imaginación, su trabajo se conecta en última instancia con las preocupaciones morales y éticas más amplias de nuestra época. Al hablar acerca del “negocio de hacer en todas sus formas”, David Malouf reflexiona sobre “lo que buscamos cuando colocamos en el mundo algún artefacto, algo hecho, que antes no formaba parte de la naturaleza, pero que lo es ahora, por lo que la naturaleza ha cambiado, se ha agrandado por su presencia”. Tales “formas de hacer”, sostiene Malouf, reflejan el poder del oficio del escritor para rehacer el mundo. A su vez, el laureado de 1984 Paavo Haavikko, ofrece una poderosa reflexión sobre la tarea del escritor:
Por tanto, la literatura es siempre filosófica y siempre moral. Pregunta qué es lo correcto en el conteo final, sabiendo que no hay respuesta. Pero pregunta y busca, y no puede ser encadenada por leyes, sistemas sociales, tecnología o negocios. Utilizando todos los ricos patrones del mundo, la literatura construye una forma en la que se pueden encontrar las siguientes cosas: la cuestión de la justicia y la injusticia, el movimiento de los acontecimientos en el mundo y la oscuridad. El lector es invitado, se le da una oportunidad, pero puede pasar si lo desea. Le toca al escritor seguir trabajando, en la oscuridad, en movimiento, libre, solo, disponible. El valor de esta obra no está en los clásicos establecidos inmutables; no está en ningún libro completo; está en el trabajo sin fin en sí mismo, el esfuerzo sin fin por permanecer libre y sin ataduras.
Djebar, Alegría, Danticat y otros abordan “la cuestión de la injusticia y la justicia” a un nivel aún más profundo, situando su trabajo en la tradición del testimonio, emergiendo de la soledad de las preocupaciones del escritor para reivindicar un sentido de solidaridad con los impotentes. “¿Qué hace el artista para mover el mundo?” pregunta Danticat. “Quiero decir que podemos comenzar dando testimonio. . . A veces no podemos mover el mundo por completo, pero puede movernos con su inmensidad, su extensión, su ilimitación, su geografía o geografías, sus comienzos y finales, sus injusticias”. En tal cosmovisión, el impulso del escritor es trabajar para sanar el trauma y asegurar nuestra supervivencia colectiva. Para Djebar, ese trabajo de curación es correspondido por sus lectores, compañeros escritores y artistas afines, que le ofrecen “el poder de la solidaridad [en] la soledad de mi exilio”.
La fuerza centrífuga de la gran literatura, encarnada por el trabajo de estos veinticinco escritores, nos lleva a una comprensión más plena de nuestra humanidad.
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Mirando hacia atrás en el primer medio siglo del Premio Neustadt, ¿se ha cumplido plenamente el sueño de Ivask de un premio que sea “representativo de la preocupación estadounidense por los logros genuinos en la literatura mundial”? En su discurso de aceptación de 1978, Czesław Miłosz respondió afirmativamente mientras que al mismo tiempo se maravillaba de la improbabilidad del Premio Neustadt: “El premio literario Neustadt pertenece también, en mi opinión, a aquellas cosas que no deberían existir, porque están en contra el orden oscuro e inmutable del mundo… La decisión de fundar tal premio me parece sabia, no solo porque soy uno de sus galardonados, sino porque favorece a todos aquellos que en el juego de la vida apuestan por la improbabilidad”.
Octavio Paz, el laureado de 1982, se hace eco de Miłosz al ofrecer una amplia valoración:
. . . muy pocos premios literarios […] son verdaderamente internacionales. Entre estos un lugar aparte está ocupado por el Premio Neustadt. Dos características le confieren una apariencia única: la primera es que cada jurado está compuesto por críticos y escritores pertenecientes a diferentes lenguas y literaturas, lo que significa que constituye un organismo internacional, tan internacional como el premio mismo; la segunda característica es que el jurado no es permanente, sino que cambia de un premio a otro, es decir, cada dos años. Estas dos características se traducen en dos palabras: Universalidad y Pluralidad. Debido a la primera palabra, el premio ha sido otorgado a poetas y novelistas en italiano, inglés, francés, polaco, español y checo; debido a la segunda, pluralidad, encontramos entre los galardonados, no solo escritores de diferentes idiomas, sino también de diferentes tendencias literarias y filosóficas. En términos estéticos, pluralidad es una riqueza de voces, acentos, modales, ideas y visiones; en términos morales, la pluralidad significa tolerancia a la diversidad, renuncia al dogmatismo y reconocimiento del valor único y singular de cada obra y de cada personalidad. La pluralidad es universalidad y la universalidad es el reconocimiento de la admirable diversidad del hombre y de sus obras. Considerando todo esto, en el convulso e intolerante mundo moderno que habitamos, el Premio Neustadt es un ejemplo de verdadera civilización. Diré aún más: reconocer la variedad de visiones y sensibilidades es preservar la riqueza de la vida y así asegurar su continuidad. De ahí que el Premio Neustadt, al estimular la universalidad y diversidad de la literatura, defienda la vida misma.
Para Paz, poeta de la antigua cosmópolis de la Ciudad de México, quien también se desempeñó como diplomático en París, Tokio, Ginebra y Mumbai, que tal premio emanara de una universidad de un pequeño pueblo de menos de cien años debe haber sido con mayor razón una maravilla. Décadas antes de ser nombrado laureado de Neustadt, Paz había descubierto una revista con sede en Oklahoma que abriría su conciencia literaria al mundo: “En aquellos días, el aislamiento literario de México era casi absoluto, de modo que al leer esas páginas sentí la apertura de las puertas de la literatura contemporánea en idiomas distintos al mío. Durante un tiempo Books Abroad fue mi brújula, y las literaturas extranjeras dejaron de ser para mí un bosque impenetrable”.
Dos décadas después, Adam Zagajewski incluso haría la audaz afirmación de que “Norman, Oklahoma, se ha establecido como una de las capitales no declaradas de la modernidad”.14 Y William Gass, al calificar el Premio Neustadt como “el premio internacional más importante que tenemos”, señaló que para un escritor como Assia Djebar, el premio “representa esta conexión invaluable que la literatura puede establecer entre lugares distantes y tiempos lejanos, entre una ceremonia en Oklahoma y una ciudad en Argelia”. Finalmente, la laureada de 2014 Mia Couto, se haría eco de Paz al afirmar que “lo que estamos celebrando aquí, en Oklahoma, año tras año, es más que literatura. Con el Premio Neustadt todos elogiamos la diversidad cultural de nuestro mundo y la diversidad cultural de cada uno de nosotros. Eso es crucial en un momento en el que las identidades personales y nacionales se construyen como fortalezas, como protección contra las amenazas de quienes se nos presentan como extraterrestres”.
Combinando todas estas fibras en un solo llamamiento, Dubravka Ugrešić, la escritora laureada en 2016, sostiene que aquellos en posiciones de poder cultural deben preservar nuestra “civilización de Gutenberg” para las generaciones siguientes:
. . . debemos invertir todas nuestras energías en apoyar a las personas que están dispuestas a invertir en la literatura, no en la literatura como una forma de sustentar la alfabetización, sino como una actividad creativa vital y esencial, personas que preservarán el capital intelectual, artístico y espiritual. No podría haber soñado que un día un teatro de estudiantes en Norman, Oklahoma, estaría montando la primera puesta en escena de mi historia, escrita hace treinta y tres años. La continuidad literaria, por tanto, existe, y el hecho de que describa una trayectoria geográfica inesperada solo aumenta la emoción.
El paisaje literario que me ha recibido en Norman me ha tocado tan profundamente que, por un momento, olvidé las constelaciones políticas imperantes. Olvidé los procesos en curso en todos los rincones y recovecos de Europa, olvidé a la gente que nos lleva obstinadamente de regreso a algún siglo lejano, la gente que prohíbe libros o los quema, los censores morales e intelectuales, los brutales reescritores de la historia los inquisidores de los últimos días; olvidé por un momento los paisajes en los que la infame esvástica ha ido apareciendo con creciente frecuencia, como ocurre en las primeras escenas de la película clásica Cabaret de Bob Fosse, y los ríos de refugiados cuyo número, dicen, es aún mayor que aquellos de la Segunda Guerra Mundial.
En un “mundo moderno convulso e intolerante” que demoniza cada vez más a “aquellos que se nos presentan como extraterrestres”, tales súplicas de patrocinio cultural y diversidad, tolerancia y universalidad son más necesarias que nunca. Desde 1970, el Premio Internacional de Literatura Neustadt ha contribuido a preservar “el capital intelectual, artístico y espiritual” del mundo, y solo cabe esperar que el premio continúe promoviéndolo en las generaciones venideras.
Norman, Oklahoma
Agosto de 2019
Traducido al español por Guillermo Romero
1 La opinión de McCarter fue fuertemente informada por el consejo de Savoie Lottinville, director de la University of Oklahoma Press, que se había encargado de la impresión y distribución de Books Abroad desde la fundación de la revista en 1927. Mientras que Vlach se quejaba de trabajar de 60 a 70 horas a la semana en su solicitud de presupuesto para 1965-1966, Lottinville a su vez cuestionó la competencia de Vlach en el negocio editorial. En una carta con fecha agosto de 1964 a McCarter, Lottinville, un ex becario de Rhodes que obtuvo una maestría en Oxford y entrenó al equipo de boxeo de la universidad, ofrece un análisis extenso de la fórmula editorial de la revista y los problemas de circulación; luego concluye mencionando la posibilidad de reemplazar a Vlach. Véase Savoie Lottinville a Pete Kyle McCarter, 30 de diciembre de 1963 y 29 de agosto de 1964, Presidential Papers of George Lynn Cross, Western History Collections, University of Oklahoma, Norman (en adelante abreviado WHC).
2 Robert Vlach a Pete Kyle McCarter, 20 de noviembre de 1964, archivos de World Literature Today, WHC.
3 Robert Vlach a Pete Kyle McCarter, 21 de abril de 1965, archivos de World Literature Today, WHC.
4 Joseph M. McDaniel Jr., secretario de la Fundación Ford, a George Lynn Cross, 8 de junio de 1965, Cross Presidential Papers, WHC.
5 Al aceptar el premio Neustadt de 1972, García Márquez comentaría, “el papel de un premio literario como el BA / Neustadt Prize no es solo coronar los gloriosos logros del pasado vivo (o de uno agonizante, incluso uno que pueda estar muerto, por ese asunto) que ha sido el caso con bastante frecuencia con el Premio Nobel, pero también para recompensar y llamar la atención sobre las cosas notables que realmente están sucediendo y surgiendo en la creación ahora”.
6 Herbert Howarth, “Una petición a la Academia Sueca”, Books Abroad 41, no. 1 (Invierno de 1967): 4-7.
7 Ivask’s “Revised Charter of the Books Abroad International Prize for Literature,” con disposiciones para limitar votaciones de apoderados y ausentes, publicado en el número de primavera de 1972 de Books Abroad. En esa acta también se formalizaron los procedimientos de “votaciones para eliminación”, que se convirtieron en el “patrón oro” para otros jurados en el futuro.
8 Pete Kyle McCarter a Ivar Ivask, 10 de julio de 1969, archivos de World Literature Today, WHC.
9 See George Lynn Cross, The Seeds of Excellence: The Story of the University of Oklahoma Foundation (Transcript Press, 1986), 121–22.
10 Ivask cuenta los detalles de las deliberaciones del primer Jurado, en “Giuseppe Ungaretti: Laureate of Our First International Prize for Literature,” Books Abroad 44, no. 2 (1970): 191–94.
11 R. Boyd Gunning a la Sra. Walter Neustadt [Sr.], 25 de septiembre de 1969, archivos de la Fundación OU, Universidad de Oklahoma, Norman.
12 Una propuesta de donación de ocho páginas sin fecha para Walter Neustadt aparece en la carpeta de Libros en el Extranjero de 1972, recuadro 7 de los Documentos Presidenciales de Paul F. Sharp, WHC. Véase también David A. Burr a Paul F. Sharp, rememorando “Books Abroad“, 30 de noviembre de 1971, Sharp Presidential Papers, WHC; Comunicado de prensa “Literary Prize Endowed”, 11 de mayo de 1972, Sharp Presidential Papers, WHC; y Carol J. Burr, Because They Cared: A Chronicle of Private Support at the University of Oklahoma (Fundación de la Universidad de Oklahoma, 1975), 22.
13 El poeta chino Duo Duo cita la influencia de Charles Baudelaire, Federico García Lorca, Marina Tsvetaeva e Ilya Ehrenburg en su poesía.
14 El estudioso de la literatura de origen francés, Henri Peyre, escribió: “Norman, Oklahoma, les sonó a muchos europeos como Persépolis o Samarcanda alguna vez pudieron haberlo hecho con Marlowe o Keats: el nombre de una ciudad remota, medio parecida a un cuento de hadas, de la que la revista más amplia del mundo de las letras irradiaba información, difundía ideas y evaluaba las tendencias del gusto” (Books Abroad, otoño de 1976).