García Márquez ha estudiado y leído más inglés que francés o italiano, y, aunque domina perfectamente los dos últimos, duda en hablar inglés. ¿Por qué? “Porque la oración en inglés es demasiado simple”, explica. En cuanto a sus gustos musicales (es bastante aficionado a los estéreos), prefiere el período del Beethoven tardío al último Bartók. Admira en particular la manera de Bartók de romper la línea melodiosa a la que nos tienen acostumbrados los maestros de los siglos XVIII y XIX. Hay aquí una lección para el novelista moderno: “La oración en prosa española cae casi inevitablemente en versos endecasílabos o alejandrinos, lo cual quiero evitar. Una de las principales tareas a la hora de pulir el texto de mi nueva novela, El otoño del patriarca, una obra complicada, será romper este fluir de mis frases. Por cierto, el doble significado de la traducción al inglés del título de la novela, “The Fall of the Patriarch”, es más adecuado que el título original, pero lamentablemente no se puede reproducir en español”.
Una aversión a las frases simples, un deseo de lograr mayores complejidades rítmicas en la prosa de su ficción: todo encaja en el carácter complicado, intenso, cordial del novelista colombiano que había llegado a Oklahoma para recibir su premio. Hizo su escala de apenas dos días, del 27 al 28 de junio de 1973, en su camino de Nueva York a Los Ángeles y de allí a unas más largas vacaciones con toda su familia en México. La mejor manera de caracterizar este breve encuentro sería en términos de una de las composiciones de Bartók, “Allegro barbaro”. Sin embargo, para Bartók, uno de los seres humanos más admirados de García Márquez, “todo llegó demasiado tarde”. Afortunadamente este no es el caso de García Márquez, quien a los cuarenta y cinco años ha producido una novela éxito en ventas a nivel mundial y fue galardonado en 1972 tanto con el prestigioso Premio Latinoamericano Rómulo Gallegos como con el Premio Internacional de Literatura Books Abroad / Neustadt.
Había llegado a aceptar el premio Books Abroad / Neustadt en una presentación informal “con un mínimo absoluto de testigos”. Las multitudes y los espectáculos públicos lo atemorizan, de ahí su insistente solicitud de que prescindamos esta única vez de una ceremonia pública. Algunas frases fueron pronunciadas por Walter Neustadt, quien presentó la simbólica pluma de águila plateada (en una caja hecha de tres maderas nativas de Oklahoma: cerezo, nuez y nuez); Huston Huffman, presidente de la Junta de Regentes de la Universidad de Oklahoma, habló brevemente en español y presentó el cheque por diez mil dólares junto con el certificado escrito a mano y encuadernado en cuero —en ausencia del presidente de la Universidad, Paul F. Sharp, quien se encontraba de vacaciones— mientras los relámpagos estaban rugiendo afuera hacia donde miramos para ver llover en Macondo. Dos fotógrafos iluminaron la escena en el interior. El agradecimiento de García Márquez llegó más tarde en la forma de una breve declaración escrita entregada a la prensa:
Este es un premio que ha tomado forma en la fértil imaginación de un nativo de Estonia que ha intentado inventar, en lugar de dinamita, un premio literario que sería dinamita para el Nobel. Es un premio en el mítico Oklahoma de los sueños de Kafka, y la tierra de la rara roca rosa, y ha sido otorgado a un escritor de un país remoto y misterioso de América Latina, nominado por un gran escritor de la lejana Islandia. Estas circunstancias bastan para hacer del Premio Internacional de Literatura Books Abroad / Neustadt el único gran premio internacional para escritores muy meritorios que todavía no son muy conocidos.
Para ser sincero, la imagen de la dinamita y dinamitar nunca se me habría ocurrido; pertenece a la ingeniosa imaginación de García Márquez. Además, como no se supone que las cosas sean demasiado sencillas, la editorial estadounidense de García Márquez, Harper & Row, emitió simultáneamente otro comunicado de prensa en Nueva York, en el que se explica que el escritor pretende establecer con el dinero de su premio un fondo de defensa para presos políticos en su Colombia natal.
En retrospectiva, ¡todavía me sorprende la cantidad de temas de los que pudimos hablar antes de la presentación! Me contó, por ejemplo, que Pablo Neruda, finalista del Premio Books Abroad de 1970, le había expresado en París su gran satisfacción por el hecho de que Giuseppe Ungaretti ganara nuestro premio unos meses antes de su muerte. ¿Qué haría García Márquez en Los Ángeles? Hablar de Ray Bradbury. Dejando de lado la ciencia ficción, pensaba que Bradbury había escrito tres o cuatro de las páginas más asombrosas de toda la prosa moderna. Y Borges había dedicado algunas de sus mejores páginas a una edición española de Bradbury, como me informó García Márquez, agregando de inmediato: “Hay muy pocos autores a los que haya leído completamente; Borges es uno de ellos”. Pasando una velada en compañía de dos poetas, mi esposa y yo, era inevitable que surgiera su expresa aversión —o mejor dicho, falta de interés— por la poesía. No, en realidad no era del todo exacto, se consideraba un “poeta clandestino”, a quien les gustaba, entre los poetas del siglo XX, sobre todo a Pablo Neruda, Pedro Salinas, Luis Cernuda y Jorge Guillén. ¿Qué pasa con el roman nouveau, el estructuralismo? Un callejón sin salida.
Así pasaron las horas, con García Márquez alerta a todo: comida y vino servidos, música de fondo, preguntas sobre la literatura pasada, presente y futura. Lástima que solo pensé en tocar el disco con “Allegro barbaro” de Bartók mucho después de que él se hubiera ido. A estas alturas seguramente está en México, donde nacieron sus hijos Rodrigo y Gonzalo, tratando de romper la columna vertebral de la demasiado natural frase en prosa española. Pero ¿cómo se puede convertir el sustantivo “otoño” de origen latino en algo parecido al “Fall” anglosajón? Y recordé a Borges meditando de manera similar sobre las ventajas de escribir en inglés. Sin duda, los principales escritores en español de la actualidad son menos provincianos que sus pares de habla inglesa, quienes difícilmente reflexionan sobre los sutiles matices de significado que les ofrece la lengua castellana… Sin embargo, ¿no es esto de lo que se trata la literatura mundial de la que hablaba Goethe?, ¿el contacto creativo entre la intensamente local y universal relevancia y responsabilidad? García Márquez hará escala en Colombia en su camino de regreso a Barcelona desde México. Prometió regresar a Oklahoma debido a sus espacios, silencio y oraciones simples.
Traducido al español por Guillermo Romero