Un día Nurit me llama para hablar sobre mi traducción de sus poemas. Nuestras conversaciones son siempre rápidas, van al punto. Trabajamos a contrarreloj en nuestra primer colaboración, lo que hizo que se creara una tensión positiva entre las dos. Nurit me mostró lo que era Google Docs, lo que permitió que ambas pudiéramos editar en forma simultánea. Nada de procrastinar. Quince poemas en una semana. Nuestra relación se formó como un fuego que se enciende fácilmente y se quema grande.
“¿Podés leer este poema en voz alta?” me dice.
“¿Ahora?” Pregunto. Nos quedan un par de días para enviar Espero grandes acontecimientos, una selección de poemas de sus dos libros a los editores de una editorial de poesía norteamericana, y nuestras llamadas se vuelven cada vez más frecuentes, sobre pequeñeces: cortes de verso, preposiciones, comas, elegir entre sinónimos.
“Quiero escuchar cómo suenan”.
“¿Qué, ahora?” Miro alrededor del pequeño café donde estoy. Solo estoy yo, mi computadora, mi café y una vista espectacular de la cima nevada del Cerro Catedral desde mi ventana. Mi barista espera detrás de la barra y sólo hay un cliente más. Vivo en un pueblo pequeño, así que la persona que está sentada al lado mío con un cuaderno de tapa estampada de flores azules resulta ser mi profesora de yoga. Sonrío y la miro. Obviamente está espiando.
“¿En español y también en inglés?”
“Sólo en inglés. Sólo en inglés. En español me los sé de memoria”.
Carraspeo suavemente y es la primera vez que los poemas de Nurit se vuelven míos. Ahora tengo que apropiarme de mis elecciones. Con convicción. Ser dueña de la forma en que las palabras se deslizan de mi lengua —o tambalean, como hacen algunos versos (y no es de extrañar que esos son los fragmentos que todavía me hacen fruncir el ceño cuando los leo para mí misma). Las secciones problemáticas se nos revelan tan rápido y naturalmente en este ímpetu —llamémosle mi primer lectura de poesía. Me siento expuesta.
“¿Podés leer ese de vuelta?, pero esta vez dejame escuchar ‘el sueño interrumpido’ traducido como ‘disrupted sleep’ en vez de ‘broken dreams’”.
Así es como tomamos las decisiones finales con Nurit. Después de mucha deliberación acerca del doble sentido de las palabras que Nurit eligió, nos damos cuenta de que ninguna palabra en inglés va a poder significar las dos cosas a la vez. Después de idas y vueltas, ya que hay palabras que solo funcionan para la imagen y otras solo para la idea o el concepto —en las palabras de Nurit— pero no para las dos a la vez, solemos elegir finalmente por sonoridad.
Leer en voz alta es una gran técnica, y nos ayudó específicamente porque en los poemas de Nurit la voz es coloquial, como la de un amigo o un amante que comparte una porción de su mirada del mundo. Me vi en la necesidad de tratar los poemas como un monólogo.
Tener la posibilidad de trabajar de forma tan íntima con una autora y traducir sus poemas fue un regalo. A veces al principio solo había una imagen a la cual aferrarse, y después ella la completaba con detalles, desconstruyendo el poema, revelando la idea atrás. A veces cuando no sabía qué camino tomar, le daba dos opciones, meticulosamente explicándole las connotaciones detrás de cada palabra en mi idioma, y ella solo suspiraba …. Y decía “Bueno querida, es tu decisión. A mí me gustan las dos”.
“Pero las palabras son tan diferentes. Como la noche y el día. Significan cosas distintas; evocan diferentes imágenes”.
“Pensalo de vuelta… la que elijas vos va a estar bien, me va a gustar”. Así, estábamos escribiendo nuevos poemas juntas. Nurit estuvo dispuesta a ceder algo que no funcionaba, dejar pasar un cambio, y que aparezca algo diferente. Su vulnerabilidad hizo que el proceso de traducción fuera más emocionante y me motivó a bajar la guardia como traductora, hacerle más preguntas al autor y finalmente confiar en la legitimidad de cualquier traducción que se vuelva un trabajo propio.
Traducido por Nurit Kasztelan