Introducción
Pese a ser una autora latinoamericana reconocida y respetada, Elena Garro es mayormente conocida por su prosa, sus novelas, y por la pasada represión política de su obra en respuesta a su activismo social y su perspectiva feminista. Sin embargo, hay muchos que todavía no conocen su poesía, que fue compilada y publicada por la Dra. Patricia Rosas Lopátegui por primera vez en 2016 con Cristales de tiempo.
La traducción de Cristales de tiempo, que todavía está llevándose a cabo, comenzó tras la visita y presentación de la Dra. Lopátegui en la Colorado State University (CSU) en septiembre de 2017. Además de editora y compiladora de Cristales de tiempo, también fue amiga de Elena Garro durante muchos años, así como su agente literario. Tras la presentación, la Dra. Lopátegui nos invitó a traducir de manera colaborativa cuatro poemas de Garro, incluidos en esta presente selección.
A excepción de “El llano de huizaches”, un poema superlativo, largo y surrealista, seleccionamos poemas con un tema en común: las relaciones amorosas. Nuestra idea era destacar las conflictivas relaciones que Garro tenía con los escritores de su tiempo, como por ejemplo con su primer esposo, Octavio Paz, y con Adolfo Bioy Casares. Además, también queríamos destacar el poder conciso y la frecuente furia de su poesía.
Debido a la naturaleza compleja y metafórica de la poesía de Garro, su traducción supone un reto intelectual y lingüístico a la hora de decidir cómo manipular la lengua de destino con suficiente destreza para transmitir el significado y el estilo del texto original. No obstante, la naturaleza colaborativa de la traducción ha facilitado la resolución de los retos lingüísticos; mientras que mi primera lengua es el inglés, pero aprendí un español más específico de México, la primera lengua de mis compañeros es el español. Revisamos los poemas originales y las traducciones para comprobar que exista consistencia en cuanto a método y voz. Anotamos sugerencias para los problemas que haya pendientes, y también marcamos las dudas en cuanto a expresiones específicas, elección de términos, etc. Después, cuando nos reunimos en persona, negociamos significados y tratamos los problemas de traducción surgidos. Tras resolverlos, enviamos las traducciones para las revisiones finales a la Dra. Silvia Soler-Gallego, profesora de Traducción en la Colorado State University.
La Dra. Lopátegui nos pidió la traducción de Cristales de tiempo específicamente para publicar la compilación en inglés. Su voluntad es la de incrementar el conocimiento y la puesta en valor de la poesía de Garro, de su persona, su talento y su vida, y de hacer su obra accesible a una audiencia más amplia. Asimismo, también sirve para fomentar un conocimiento más profundo de sus experiencias, relaciones y otros factores que influyeron en el conjunto de su obra. Por esa misma razón, traducir Cristales de tiempo permitirá que un elemento clave de la obra de Garro pueda ser estudiado en programas de Estudios de la Mujer o de Estudios Chicanos, y así poder entender su importancia y su impacto más allá de los parámetros de los estudios literarios.
La oportunidad de traducir la obra de una autora tan reputada en el ámbito de las letras hispánicas, de la literatura hispana de mujeres, que representa el cánon de autoras feministas del siglo XX, es incomparable. Por esa misma razón, siendo conscientes de la excepcionalidad de esta oportunidad, nuestro objetivo es el de crear una traducción que refleje el talento de Elena Garo y el compromiso de la Dra. Lopátegui por compartir su poesía, así como nuestro propio compromiso con la traducción literaria y el reto intelectual único que ello representa.
Adele Lonas
O.
Todo el año es invierno junto a ti,
Rey Midas de la nieve.
Huyó la golondrina escondida
en el pelo.
La lengua no produjo más ríos
atravesando catedrales ni eucaliptos
en las torres.
Huyó por la rendija la ola azul
en cuyo centro se mecía la paloma.
El cielo blanco bajó para ahogar
a los árboles.
El lecho es el glaciar que devora
los sueños.
Surgió el puñal de hielo
para cercenar minuciosamente
la pequeña belleza que defiendo.
El sol se aleja cada día más
de mi órbita.
Sólo hay invierno junto a ti,
amigo.
18 de enero de 1955
El llano de huizaches
¡Elena!
Oigo mi nombre, me busco.
¿Sólo esta oreja queda?
¿Ésta que oye mi nombre en un llano de huizaches?
¿Mi nombre, gritado así, a los cuatro vientos,
de noche, en el llano de la muerte?
¡Elena!
Es raro que descuartizados
mis miembros avancen por el llano de huizaches.
El nombre ya no los une ni los nombra.
Es raro que sigan avanzando
y que en el centro esté la boca del vacío.
Ahora los llama mi nombre:
¡Ven aquí, nariz de Elena!
¡Ven aquí, brazo de Elena!
Sólo la bacinica sigue firme cubriendo la cabeza
que sonámbula rueda en el valle de huizaches.
¿Hay todavía un puntapié sobrante?
¿Ya nadie llega a jugar a la pelota?
¿Nadie olvidó un buen escupitajo de colmillo
para la cabeza que rueda entre huizaches?
¡Elena!
Los llama mi nombre:
¡Vengan aquí, mano pierna pescuezo!
Hace años que bailan separados
en la tierra de los escupitajos.
¿Hay alguien que guarde todavía un gargajo
para ese ojo cerrado a gargajazos?
¡Elena!
La voz viene del centro profundo de mi ombligo.
Hay quien vive adentro del ombligo y me llama.
La voz corre para atrapar los pies que corren
entre huizaches
y las manos que bailan el baile loco de los dedos locos
sin pizarra, sin lápiz, sin niño, sin amante.
Me busco. Me encuentro.
Colgado de una rama seca está uno de mis labios.
Y ahora por allí corre la lengua
que recitaba las lecciones del colegio:
Rosa, rosae…
¿Qué hará allí, tan lejos del pizarrón,
tirada en el valle de huizaches?
¡Elena!
Me busco. Me encuentro.
Nadie levanta la bacinica que cubre paisajes,
pájaros vistos en deslumbrantes copas,
el pico de la estrella de la cual colgaba yo
y las sílabas de mi nombre meciéndome hacia un pasado
y un futuro los dos de oro
antes de estar aquí, gritándote a ti mismo
en los huizaches.
Tampoco hay que mirar por el agujero de la aorta.
¡Señores, un mecate para ligarlo bien!,
para que nunca más se llegue al centro de ese corazón
que yace luna roja caída en el llano de huizaches
¿Les gustará a las damas y a los caballeros
tumbado, iluminando de rojo a los huizaches
en el valle en el que rueda mi ombligo
como antes rodaron canicas llamándome?
¡Clic! !Clic! !Clic!
¡Elena!
Mi espinazo blanco avanza como víbora
hacia el pozo negro del vacío.
¿Hay algún tacón de raso,
de esos piadosos tacones de raso que llevan las señoras
para que aplaste su cabeza?
¡Rosario y decencia en mano, hubo damas!
¡Chequera y decencia en mano, hubo caballeros!
El llano, este llano, es para los pelados.
Las damas y los caballeros viven en avenidas
de cartón y beben sangre de indio.
¡Elena!
Me busco. Hay tiempo, el pozo está lejos todavía.
Los dientes separados de la encía avanzan a saltitos.
Hasta que caiga el último de ellos,
hasta que caiga la solemne campanilla que presidió
al paladar y a la palabra, no podré responderte.
¡Elena!
Te digo que me busco, que me encuentro.
Espera hasta que llegue al pozo negro la última de las uñas.
¡Es largo el llano de huizaches!
¡Es ancho el llano de huizaches!
¡Se tarda uno siglos en cruzarlo!
El extranjero
Allá donde encontramos lo perdido
Allá donde se va lo que se tuvo
Allá donde los muertos están muertos
y hay días en que renacen y repiten
los actos anteriores a su muerte
Allá donde lloradas lágrimas se vuelven
a llorar sin llanto
y en donde labios intangibles se buscan
y se encuentran ya sin cuerpo
Allá donde pronto somos niños
y tenemos casa
y en donde las ciudades son fotografías
y sus monumentos residen en el aire
y hay pedazos de jardines atados a unos ojos
Allá donde los árboles están en el vacío
donde hay amores y parientes mezclados
con objetos familiares
Allá donde las fiestas suceden a los duelos
los nacimientos a las muertes
los días de lluvia
a los días de sol
Allá, solitario, sin tiempo, sin infancia,
cometa sin orígenes, extranjero al paisaje
paseándote entre extraños
Allá resides tú,
donde reside la memoria.
París, 1951
A A.B.C.
Que cada una de mis lágrimas
ahogue en sal cada uno de tus días
y cada uno se te convierta en roca
y cuando sueñes sólo seas tú solo
perdido en las salinas,
muerto bajo un viento de sal.
Que mires los ojos de la muerte
en los ojos que mires y te miren
y los caminos intrincados de mis lágrimas
de aquel viernes
se hundan en tu piel
hasta volverte una máscara tatuada.
Que ellas tengan la virtud
de borrarte la memoria de la dicha
y días vacíos encadenen tu tedio.
Baste una sola
para amargar el más dulce de los frutos
y otra para cegarte a la belleza.
Una, ligera, leve,
se te convierta en roca
y todas en río caudaloso
en el que nades a contracorriente
por todas las edades venideras
persiguiendo un punto luminoso
engañosa estrella fija
como esta inexplicable desdicha
de perseguir aquel viernes
aquel balcón de piedra
aquel adiós
aquel árbol flotando solo en el aire nocturno
alejándose más a medida que avanzo
en la memoria.
Tokio, 11 de octubre de 1952